A falta de seguridad estatal, tienen sus propios protocolos para protegerse. Hablan de cómo comenzó la dramática situación que hoy vive su país y advierten para evitar que se replique  en otros países de América Latina

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7 de enero de 2018, 4:00 AM
7 de enero de 2018, 4:00 AM

Periodistas que trabajan bajo fuego y bajo la constante amenaza del narcotráfico y también de autoridades corruptas. Esa es la realidad de México, país azotado por las organizaciones criminales, en el que el año pasado fueron asesinados 12 periodistas, sin que se hubiera hallado a los responsables de ninguno de los casos.

Un curso en San Diego (California) permitió conocer los testimonios de periodistas que aprendieron a vivir a la defensiva, con protocolos de seguridad; en muchos casos arriesgando la vida y en otros autocensurándose para poder seguir adelante.

Un ejemplo de cómo se ejerce el periodismo bajo amenaza constante es el que se vive en el Semanario Zeta de Tijuana. El director fundador fue asesinado por publicar una investigación sobre narcotráfico; al director asociado lo balearon por una situación similar y sus actuales periodistas conviven con advertencias cotidianas de jefes mafiosos que quieren hacer desaparecer ese medio de comunicación. A pesar de eso, sus portadas suelen tener fuertes denuncias. El semanario dejó de imprimirse en Tijuana, ahora se imprime en San Diego (la ciudad estadounidense fronteriza) y accede a más publicidad de empresas de EEUU que de México. 

Lo más llamativo es que las autoridades de la ciudad, del estado y del país aún no capturan a los responsables, tampoco identifican a los cabecillas de los cárteles y es Zeta el que desvela investigaciones, convirtiéndose en blanco de las mafias.

Juan Cedillo, que es corresponsal de una revista y que tiene a su cargo la cobertura de Monterrey, Coahuila y Tamaulipas, cuenta que los periodistas tienen protocolos de seguridad, que dejaron a un lado las primicias y que se colaboran mutuamente para proteger sus vidas, independientemente de los medios en los que trabajan o de las autoridades. Eduardo Lara, periodista de Ciudad Juárez, afirma que en su región bajó el índice de criminalidad, pero también cuenta que en varios medios se decidió bajar el perfil a los homicidios y asesinatos. El jueves se celebró el Día del Periodista en México y ellos aún piden que se dé fin a la impunidad.

A mediados de agosto de este año, en Tijuana se batió el récord de muertes violentas, llegaron a los 1.000 casos. La gestión termina con 23.101 decesos. Según El Mundo de España, con datos del Observatorio Nacional Ciudadano, 2017 cierra con un promedio de 19,87 homicidios por cada 100.000 habitantes, cifra superior a la registrada en 2011, el año más violento.

 

“El narcotráfico no puede existir sin el apoyo de los gobiernos”

El semanario Zeta de Tijuana se atreve a denunciar el crimen organizado en la frontera noroeste de México. Uno de sus directores y un editor fueron asesinados por la mafia; a otro directivo lo balearon al salir de su casa. La actual cabeza de esta institución habla del grave problema del narcotráfico y la  corrupción en su país

Adela Navarro - Directora del Semanario Zeta De Tijuana

Adela Navarro Bello es la directora general del semanario Zeta de Tijuana, un medio ícono de México, especialmente de una de las fronteras más peligrosas de ese país. Ella fue parte de este medio desde su fundación y fue testigo del asesinato del director fundador Héctor Félix Miranda, el editor Francisco Ortiz Franco, así como el ataque al que fuera director general Jesús Blancornelas. El que dirige es un semanario que publica investigaciones del crimen organizado, cuando nadie investiga los casos, y ha desvelado graves escándalos que muestran la colusión entre el poder y el narcotráfico. Por eso, vive bajo asedio constante.

“Los casos de atentados que hemos tenido, de amenazas, no han sido fáciles de llevar. La semana pasada hemos tenido una escolta con dos patrullas de la policía preventiva porque había una amenaza del cártel Arellano Félix de acabar con las oficinas del semanario, pensando que si no tenemos dónde escribir no lo vamos a hacer. No se necesita tener grandes instalaciones para hacer periodismo, sino el compromiso, es decir, encontrar periodistas valientes que en circunstancias adversas estén comprometidos a contribuir a su sociedad”.

Adela explica el fenómeno y lo atribuye a la corrupción. “El Gobierno, la Procuraduría General de la República y la del Estado, así como las fiscalías son quienes deberían combatir al narcotráfico y al crimen organizado. Es su obligación, pero hay mucha corrupción en las corporaciones policiacas, mucha corrupción en las estructuras de finanzas de los gobiernos, eso de la mano del narcotráfico es lo que le da impunidad al crimen organizado para que siga desarrollándose en este país”, afirma y cuenta que antes del ascenso de Enrique Peña Nieto como presidente, habían contabilizados siete cárteles y unas 50 estructuras criminales; en cambio, ahora hay más de 13 cárteles y más de 100 células, según las autoridades federales.

“El narcotráfico no puede existir sin el apoyo del Gobierno”, afirma con certeza y lamenta que sus miembros no sean identificados por las autoridades, sino por los periodistas. “La autoridad sabe quiénes son. Ha habido detenciones, declaraciones en las que confiesan, las pistas los llevan a los delincuentes; sin embargo, ninguno tiene orden de detención. Cómo es posible que quienes nos están vulnerando como sociedad, están cometiendo ilícitos, estén libres. La información que obtenemos, gracias a nuestras investigaciones, es con agentes o fiscales que son honestos y que están cansados. Ellos pasan fotos, expedientes, etc. y a partir de eso comenzamos a construir la investigación. Eso es lo que nos hace vulnerables. Si ninguno de estos tiene una orden de aprehensión y nosotros los estamos publicando, ¿quién está en peligro? No es el procurador que los protege, no es el policía que no va por ellos, es el periodista que los exhibe”.

¿Y esta situación se vio venir, cómo es que México llega a niveles extremos de violencia?

Adela afirma que 1985 fue el año “parteaguas” en México, con el asesinato de un agente de la DEA, Enrique Camarena y la aprehensión de Rafael Caro Quintero, apodado el ‘narco de narcos’, porque se descubre que detrás de él había toda una élite de mafiosos, que son el origen de los cárteles que hay en este momento.

“El 85 es ese año en el que se ve lo que iba a suceder. No hubo una estrategia real de combate a la criminalidad y esta detona. Tiene que ver también con lo que estaba pasando en Centroamérica y en Colombia. Hasta ese momento, México era un país de tránsito, pero en ese momento empieza a ser productor”.

“A partir de ahí, hemos tenido gobiernos que no tuvieron compromiso ni capacidad para hacerlo (derrotar el problema)”. Cita como ejemplo lo que pasó en Colombia, donde un general de apellido Serrano detuvo a los hermanos Orihuela (narcotraficantes) después de echar a la calle a 11.000 policías corruptos.

A diario, Zeta se enfrenta a dos problemas: el miedo y la economía del semanario. En el primer caso: “En la medida en que pensamos qué nos puede pasar si publicamos una investigación, nos vamos a censurar. En la medida en que pensamos cómo hacemos para confirmar esta información es que avanzamos. Tratamos de mantener nuestras vidas separadas. No quiero transmitir que somos irresponsables o suicidas porque no lo somos, nos cuidamos mucho. Por ejemplo, cuando hay una investigación fuerte, la firma Investigaciones Zeta, para afuera, pero dentro hay todo un equipo trabajando. Nos ha funcionado y a veces hemos andado con escolta. Además, creemos que en la medida que liberamos la información, nada nos puede pasar porque ya es pública. 

Zeta vive de su edición impresa, de la publicidad y de la circulación. Se imprime en Baja California (EEUU) y de ahí también son los anunciantes, a quienes se persuade de colocar avisos para apoyar la libertad de un medio independiente.

Otro factor que juega en contra proviene del Estado, cuando llega con presiones tributarias o de personas que apuestan por denostar al periodista, para restar credibilidad al medio.

A pesar de ese escenario, Adela y la editora general de ese medio de comunicación ven el horizonte con optimismo. “Pensamos que hay esperanza, por eso seguimos aquí. Creo que las cosas pueden cambiar. Contribuimos con lo que corresponde. Es importante la participación social, cada vez hay más sociedad civil que se involucra en asuntos públicos y que denuncian lo que hace el Gobierno. Eso tiene mucho que ver, los cambios deben llegar a partir de la sociedad. El sistema político no funciona”, concluye.

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“Hace 10 años, nadie hubiera creído que llegaríamos a esto”

Es difícil creer que el asedio de la mafia implique arriesgar la vida para un periodista. Juan Cedillo es investigador y explica cómo su país llegó a este grado de violencia, así como el riesgo de que se propague

Juan Cedillo - Periodista En Monterrey y Tamaulipas

Es responsable de cubrir los hechos noticiosos de Monterrey, Coahuila y Tamaulipas (actualmente la zona más violenta de México). Cuenta que los periodistas aprendieron a dejar a un lado la competencia y a  trabajar en equipo, tanto para las alertas de noticias, la cobertura y la publicación.

El objetivo es que ninguno quede expuesto. Unos 400 reporteros están agrupados y coordinan a través de redes sociales y teléfonos celulares. Cuando un medio asigna a alguien un tema en provincias, existe el acuerdo de que el periodista se reporte cada dos horas ante el grupo. Si no lo hace durante cuatro horas, comienza un protocolo de seguridad para alertar a los medios y a las autoridades
Juan Cedillo es periodista de investigación y considera que el origen de la violencia en México puede tener varias explicaciones.

Cree que en Colombia y en México, el estado actual de las cosas se gestó en varias décadas. Por el lado económico, el abandono de los programas sociales para determinar que el mercado sea el regulador de la economía fue caldo de cultivo para que florezca el crimen organizado.

Simultáneamente, cuando se empiezan a desarticular los cárteles de Colombia, los mexicanos se convierten en los principales traficantes de cocaína a Estados Unidos. Asimismo, la migración y las condiciones económicas provocaron desarticulación familiar y una descomposición social. “Si hace 10 años le decían a un mexicano que íbamos a llegar a esto, nadie lo hubiera creído”, reflexiona.

“Hay que analizar tres factores: la gran corrupción que empieza a manifestarse; la injusticia social que se agudiza a partir de la firma del Tratado de Libre Comercio con EEUU, que impone bajos salarios a la mano de obra mexicana y una cuestión económica que se deteriora rápidamente”, señala. 
Frente a eso –afirma- crece la violencia del narcotráfico y el Gobierno no desarrolla una estrategia para enfrentar a los cárteles. 

Juan Cedillo advierte que este escenario debe ser tomado en cuenta en toda Latinoamérica, porque esa realidad puede propagarse o presentarse en otros países.

Sobre el rol que tuvieron las autoridades, este periodista experimentado afirma que minimizaron las situaciones, no entendieron la profundidad de lo que estaba ocurriendo y permitieron que los narcotraficantes hagan detonar una combinación nefasta entre injusticia social y corrupción, que se dio en gobiernos locales, estatales y nacionales. “La corrupción hizo que muchas autoridades sean cómplices”.

En un año en el que se produjeron 12 asesinatos de periodistas, Juan Cedillo afirma que él y sus colegas viven en una situación de incertidumbre y zozobra, porque ven que en 2017 las mafias organizadas fueron contra periodistas de renombre, dedicados a la investigación.
Por eso, su vida tiene protocolos de seguridad muy estrictos, que pasan, incluso, por no vivir en su casa cuando las circunstancias se ponen muy difíciles por alguna publicación.

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Bajó el índice de crímenes, pero aún hay peligro

Eduardo Lara - Periodista en Ciudad Juárez

En ciudad Juárez bajaron los índices de violencia que se habían registrado entre 2008 y 2012, cuando había 10 crímenes por día. Ahora se registran tres o cuatro por semana, señala este periodista mexicano.

En los peores momentos, los protocolos de seguridad demandaban mucha precaución. “Cuando había homicidios, se avisaban entre todos para ir juntos a la cobertura; los periodistas debían estar movimiento, no quedarse en un solo lugar para evitar atentados”. Cree que la realidad ha ido cambiando por estrategias desarrolladas por el Gobierno y también por las capacitaciones de las organizaciones periodísticas. Ahora, explica, los medios optan por no hacer grandes coberturas de la crónica roja, aunque eso depende de la línea de cada medio de comunicación. Reconoce que hay temas que no se tocan. ¿Y si sigue el peligro para los periodistas? Señala que sí, especialmente en zonas consideradas peligrosas, las que están alejadas del centro urbano.