Un colaborador cercano de la Conferencia Episcopal y un vecino del primer lugar donde ejerció el sacerdocio pintan el perfil de Toribio.

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28 de junio de 2018, 4:00 AM
28 de junio de 2018, 4:00 AM

El nacimiento de Toribio Ticona Porco es anecdótico. Llegó a este mundo en un balneario de aguas termales famoso, llamado Chaqui, en Potosí, en la provincia Cornelio Saavedra. El alumbramiento sorprendió a su madre que lo bautizó ese mismo día por miedo a que se muriera. El tercer cardenal boliviano no recuerda casi nada de su papá porque murió siendo muy niño. Tiene dos hermanas mujeres ya fallecidas y un varón, Agustín, que siempre lo acompaña a todos lados, igual que lo hacía su mamá Fidelia, incluso siendo sacerdote. 

Por la muerte temprana de su padre que era minero, tuvo que trabajar desde bien joven para ayudar a su madre que era palliri. De ahí que haya sido lustrabotas, canillita, minero y mecánico. Pasó muchas necesidades, las que endulzó con el relato de medio centenar de cuentos en quechua que su madre le contaba y cuando no los relataba, se los cantaba, los mismos que hasta ahora el cardenal emérito sigue tarareando. 


Jovial y sencillo, vive en dos cuartos en el colegio Santa María Cenafi en La Paz, el mismo que ayudó a fundar y del que es presidente del directorio. Una de sus habitaciones es dormitorio y escritorio y la otra es cocina y comedor. No tiene servicio, él mismo prepara sus alimentos, aunque esté afectado por el párkinson y otras veces sale a comer al mercado. 

“Su vida es sencilla y austera, no podemos decir que sea pobre, porque administra bienes, pero vive como pobre”, según el relato de José Rivera, comunicador de la Conferencia Episcopal de Bolivia. Complementa que es muy trabajador y disciplinado. Se levanta de una sola vez a las 4:00 de la madrugada y se baña para empezar su día a las 5:00. Su buen tino para alimentarse y su origen indígena tienen mucho que ver en los años que no aparenta y ni siquiera tiene muchas canas. 

Lo suyo no son las cámaras ni la vida pública. Es de muy bajo perfil y tampoco toma la palabra en alguna reunión y quienes lo conocen dicen que no le teme a la muerte, de la que se ha salvado en varias oportunidades, en la mina y cuando cruzaba una camioneta por un río. 



Combativo

Según Jaime Vargas, oriundo de Callapa, cuando Toribio Ticona Porco fue recién ordenado sacerdote, en 1967, llegó a esa localidad en bicicleta y de abarcas. Se hizo querer mucho y rápido, celebrando la misa en quechua y aimara y traduciendo al español. Después volvió a los centros mineros, incluso participó de la famosa marcha por la vida de los mineros, en calidad de obispo, marchó de poncho y solideo. Estuvo a la cabeza e incluso estuvo preso, en plena mitad de la década de los 80.

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