Ella es una ama de casa y él, un ayudante de albañil que ahora ha tenido que dejar de trabajar para cuidar a Sebastián que está en cuidados intensivos en el hospital

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10 de septiembre de 2018, 6:44 AM
10 de septiembre de 2018, 6:44 AM

Con sus labios medio resecos y sus ojos hinchados por el llanto que le es difícil contener, Daniela Poquiviquí (25), ayer a las 11:00, salió a tomar un poco de aire junto con sus padres en la puerta del Hospital de Niños Mario Ortiz, mientras su hijo Sebastián, que permanece internado en Terapia Intensiva, se quedó al cuidado de su esposo, Ever Justiniano (26).

Después de un rato, cerca del mediodía, se dio cuenta que no había probado bocado, pero su organismo solo le permitió tomar unos dos sorbos de refresco y comer dos pedacitos de empanada. “Ya me llené”, dijo. Y es que su vida no es la misma desde el 14 de julio, cuando enfermó su pequeño de tres años, pero su drama y su dolor son mayores desde el 5 de septiembre, cuando le extirparon el riñón sano en vez del enfermo y ahora su función renal depende de la máquina donde le hacen hemodiálisis.

Carmen Mendoza, la madre de Daniela, está preocupada por su hija y su nieto, y reflexiona: “Yo le digo que tiene que comer, porque sus dos hijos la necesitan”. Daniela tiene su niña de seis añitos, que ha tenido que quedarse en San José de Chiquitos.

Carmen ayer fue al santuario de la Virgen de Cotoca a pedir por la salud del niño y aprovechó para comprarle una estampita con la imagen de la Virgen de Guadalupe, porque cuando él estaba recibiendo la quimioterapia en el hospital Oncológico alguien le regaló un cuadro y él se lo pedía: “Mamá, poneme aquí a la Virgencita (debajo de la almohada), porque ella me está cuidando”, cuenta la abuela. “Esa es la que me pidió él”, dice con nostalgia Daniela.

“Antes de internarse para la operación, él quiso entrar a sacarse fotos en la capillita del Oncológico, donde hay una imagen grande de la Virgen, y no quería salir de allí”, cuenta entre lágrimas su mamá.

Carmen está alojada donde una prima, por Satélite Norte, y está viendo la posibilidad de quedarse en el albergue que les han dado a los papás de Sebastián en el hospital de niños, aunque ellos prefieren dormir en la puerta de Terapia Intensiva. “Nunca pensé que el niño nos haga pasar todo esto, yo siempre bregué más con mi hija, él era sano”, dice Daniela.

“En manos de Dios” El dolor de Daniela es cada vez mayor, porque le han dicho que Sebastián deberá estar con el catéter para las hemodiálisis al menos seis meses. “Han pasado solo cuatro días (hasta ayer) y el niño ha decaído, el sábado tuvieron que asistirlo. Rezo por mi hijo, entro y lo veo y (digo) lo que Dios quiera con él”. “Yo le he dicho que sea la voluntad de Dios”, complementa la abuela.

“Entra a diálisis y no sé cómo lo van a sacar”, relata la mamá y recuerda que en las quimioterapias no se descompensaba tanto.

“Me parece que mi hijo ya está débil. Estoy con él y por ratos escucho que me hablan y miro y no hay nadie. Desde ayer (sábado) escucho que me llaman por mi sobrenombre: ‘‘China, vení”.

“Cuando hago relevo con mi esposo, a cada rato lo espío porque escucho que grita, o que está llorando, pero cuando me asomo, lo veo durmiendo. Estaba comiendo, pero ahora tiene restricciones”, cuenta mientras se seca las lágrimas.