Tiene un empresariado de vanguardia, que suple las deficiencias de visión del Estado, pero se aplaza en lo político. Es gobernada con un estilo del siglo pasado, pese a que la sociedad está cada vez más politizada

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23 de septiembre de 2018, 8:00 AM
23 de septiembre de 2018, 8:00 AM

Santa Cruz es la región más fértil del país: en sus llanuras crecen los cultivos industriales que alimentan a siete de cada diez bolivianos, produce un tercio del PIB y más del 40% de los impuestos nacionales. Cada año se convierte en la casa de más de 60.000 personas y se abren a diario más empresas que en ninguna otra parte. Tiene 17 universidades, 200.000 universitarios y 500.000 más se sumarán en la próxima década. Sin embargo, cuando se habla de política, Santa Cruz parece un páramo casi estéril: solo ha parido tres presidentes en 193 años de vida republicana y, hoy, su falta de liderazgo político nacional es visto como una rémora que obstruye su madurez y vitalidad empresarial. Así lo dijeron Isabella Prado, sicóloga social; Carlos Romero, ministro de Gobierno; Oswaldo Barriga, presidente de la Cámara de Exportadores de Santa Cruz, y Gustavo Pedraza, analista y exministro de Desarrollo Sostenible.

El diagnóstico lo comenzó a dibujar Isabella Prado, que explicó que Santa Cruz es visto como un territorio de innovación, con una economía muy activa y cambiante, pero que toda esa modernidad se choca con una “desfasada gestión política y pública”, que sigue con prácticas del siglo XX, como el prebendalismo y el acarreo, como si la gente fuera solo masa.

El ministro de Gobierno, Carlos Romero

Barriga repintó esas líneas. Describió un empresariado cruceño lo suficientemente maduro como para invertir incluso en otras latitudes, a la ciudad convertida en un polo sudamericano de atracción de inversiones, pero asegura que esa madurez se ve estancada por la política. “Donde estamos todavía rebotando y no hemos logrado asumir el liderazgo nacional es en lo político”, dijo.

Una herida profunda

Pedraza le puso el asunto en un contexto geográfico. Dijo que somos una sociedad urbana sin una ciudad, una metrópoli sin un proyecto de cohesión social, con un gobierno que es más un gerente de obras civiles que un gobierno de la gente y, pese a ello, tenemos una sociedad cada vez más politizada, que le ha dado más valor a lo público y que se ha organizado en plataformas. Eso, para Pedraza, es el fenómeno distintivo de esta época, ya que no pasaba hace 50 años.

Oswaldo Barriga, presidente de la Cadex

Ya lo había anotado antes Prado, pero con una salvedad. Hace una distinción entre las plataformas surgidas al calor del referendo del 21-F y los colectivos ciudadanos agrupados en torno a temas ecológicos, de movilidad urbana o educación ciudadana, a quienes ve como la renovación política de la región sin necesidad de formar parte de un partido político o de alguna agrupación ciudadana. Sin embargo, su capacidad de incidir en las políticas públicas es limitada, ya que en el momento que intentan interactuar con la autoridad reciben como respuesta un portazo en la cara o el desafío a que ganen elecciones para cristalizar su visión de ciudad o región.

Romero tuvo un balance mixto. Dijo que en el último tiempo muchos sectores excluidos se han incorporado a la representación política, que se han construido autonomías y se ha reconfigurado el país, llevándolo del modelo unicéntrico al policéntrico, pero que la cruceñidad, pese a ser una identidad sociológica totalmente válida, tiene como desafío superar la racialización y regionalización de la política. Cree que aún hay sectores conservadores locales que proyectan una estructura fragmentada y compartimentada de la sociedad que no permite a Santa Cruz adquirir el liderazgo político nacional, pese a que el liderazgo político siempre sigue al liderazgo económico.

El ministro ve que el empresario cruceño es de vanguardia, que ha sustituido la falta de visión estratégica del sistema político local, que ha demostrado tener visión nacional y global, pero no está suficientemente acompañado por los liderazgos políticos locales, “que parecen encerrarse en una visión excesivamente regionalista”.

“Frente a esta tendencia, el desafío cruceño es la consecución de una élite intelectual con visión nacional. Advierto que está en proceso de formación”, dijo Romero.

Pedraza, Prado, Barriga y Romero

En una década

Prado cree que los colectivos ciudadanos, como un instrumento de intermediación social no partidario, podrían renovar la política local generando alianzas entre los administradores de lo público sin esa relación prebendal en la que el poder compra a los ciudadanos para mantenerlos en silencio. De no ser así, se puede acentuar el quiebre entre los ciudadanos y sus autoridades e imágenes como la retreta de los jueves, donde funcionarios municipales tratan de tapar con carteles la protesta contra el alcalde, se pueden volver cotidianas.

Barriga propone una metropolización que convierta los distritos en municipios en los que eligen a sus autoridades, recaudan sus impuestos y planifican su desarrollo, disminuyendo la pobreza y la desigualdad.

Para ello, una condición necesaria es que el modelo de gestión pública sea cambiado por uno más moderno, menos tedioso, que deje menos resquicios a la corrupción, plantea Pedraza. Acota que a los partidos políticos les queda también reestructurarse para volver a acoger a la población, que en un 80% ha dejado de creer en ellos.

Romero advierte que ningún municipio ni la Gobernación han sido capaces de generar un proyecto estratégico a la altura de los desafíos de la región y que incluso el empresariado es aún rehén de grupos conservadores locales que tildan como traidores a los que coordinan con el nivel central del Estado. “Son mentalidades medievales, localistas, que muchas veces nos impiden dar pasos hacia adelante”, dijo.

Gustavo Pedraza, abogado y exministro

A diferencia de Pedraza, Romero no cree que las plataformas del 21-F sean la renovación política. Ve que reproducen la visión estamental de la sociedad y los tilda de ‘hijos de los separatistas’. Cree que la renovación de ideas puede venir de las otras plataformas, de los colectivos ciudadanos de los que hablaba Prado, que no quieren meterse en política partidaria y que, por ahora, reciben como respuesta institucional de los gobernantes, un portazo en la cara.