El frío desnuda lo que en el calor no siempre se ve: ventanas sin vidrios, marcos de puertas imperfectos, paredes con huecos. Cuando bajan las temperaturas, es necesario reparar todo eso para vivir mejor

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4 de junio de 2018, 6:14 AM
4 de junio de 2018, 6:14 AM

El frío hace visible lo que el calor esconde. La madrugada del viernes, Esteban se dio cuenta de que su vivienda tenía orificios por entre los marcos de la puerta y de la ventana, que causaban que la baja temperatura que acababa de llegar a Santa Cruz, complique la existencia de él y de su familia. “De repente nos dimos cuenta que estábamos temblando”, cuenta ahora, que ya ha solucionado el problema porque ya se puso manos a la obra y se dedicó a cubrir todas las imperfecciones de su casa que impedían que el calor que acumulan los cuerpos de quienes habitan en ella se salga y entre el viento helado.

Tener una casa en buenas condiciones es muy importante para combatir el frío, decía un vecino del barrio Primavera, que durante el verano daba gracias porque los vidrios de su ventana estaban rotos: “Por ahí entra el vientito fresco que nos hace dormir como angelitos”, decía aquellos días de calor. Pero con la llegar de último sur tuvo que tragarse sus palabras porque las dos últimas noches las pasó en vela porque el frío le impidió conciliar el sueño. Recién ayer le coloqué los vidrios, que compré con un dinero que me prestó mi hermano”, contó a EL DEBER, ya con la certeza de que las dos frazadas que tienen le serán suficientes para soportar las bajas temperaturas.

Según el informe del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi), la temperatura descendió el sábado hasta los 13 grados centígrados, mientras que la máxima fue de 16  grados; ayer la mínima bajó hasta los 12 grados y para hoy  hasta los 11 grados. No obstante, a partir del martes se anuncia una mejora paulatina del tiempo, aunque para la otra semana se espera que ingrese otro frente frío.

Pero no todos tienen la posibilidad de mejorar la calidad de la vivienda tras que empiezan a sentir el descenso de las temperaturas.

En el barrio del Palmar del oratorio vive Cristina y ella tiene una casa que construyó su esposo con el esfuerzo de migrante cuando viajó a Chile para trabajar en labores de campo. “Pero la casa no fue terminada como se debía y por eso tuvo que apelar a los cartones para cubrir las ventanas donde debieron colocar vidrios.

Pero pudo haber sido peor, dice, si es que algún hueco hubiera quedado en el techo. “Nos aseguramos en colocar todas las calaminas y clavarlas bien para que no las vuele el viento”, dice con una voz segura.

Para soportar el frío uno tiene que dormir caliente”, sostiene Carlos Condori, que vive en el barrio El Fuerte, coincidiendo así con muchos vecinos que dicen que una cama y una casa caliente son fundamentales para reponer energías.

Y para que la cama esté caliente, afirma doña Virginia, del barrio 9 de Octubre, es necesario tener buenas frazadas. Y ella tiene cuatro, suficientes para combatir los pocos grados centígrados que trajo este sur de los primeros días de junio.

El transporte

Estar caliente en el propio hogar no es todo en esta ola de frío. En realidad, Michael, que vive en el barrio El Dorado, el miedo mayor que tiene es cuando sale de su casa para subirse a un micro que lo lleve a su trabajo.

Esperar a que pase la línea que necesita para transportarse es una de las penas que quita el sueño a Michael y a muchos vecinos.

La espera desespera”, dice, refiriéndose a que es un sufrimiento aguantar el viento frío que sopla en la cara cuando uno está en la intemperie, en una calle o avenida escampada, soportando los tormentos de las bajas temperaturas.

“Hay micros que, al igual que muchas casas, tienen problemas en sus ventanillas”, dice, en un tono de protesta por aquellos motorizados cuyas ventanillas están duras para abrir o cerrar.

Manuel es chofer de micro y ayer estaba en la zona Pampa de la Isla. Sentado frente al volante decía que en días de frío lo que más le duele es abrir y cerrar la puerta del motorizado para que suba o baje un pasajero. “En ese instante cuando abro la puerta es cuando se mete el frío dentro del vehículo”, contaba, mientras se pedía un café que ofrecía una vendedora ambulante envuelta en un chulo y una bufanda que apenas permitían que se vean sus ojos negros y cansados. “Esta pobre mujer la debe estar pasando peor”, decía el chofer, después de recibir el café y empezarlo a beber con ahínco, como si en ese vaso de plástico estuviera concentrado el mayor secreto para que el calor fluya y espante el frío que, por unos días, ha cambiado el ritmo de vida de los cruceños.