Luis Enrique Arévalo fue diagnosticado con cáncer en 2018. Pese a ello, se ofreció de bombero

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3 de septiembre de 2019, 4:00 AM
3 de septiembre de 2019, 4:00 AM

En octubre de 2018 le diagnosticaron cáncer testicular. La noticia fue impactante para su familia y más para él, que a sus 24 años de edad está en la última etapa en la universidad. Su nombre es Luis Enrique Arévalo Salces, un “enamorado de esta tierra”, que se sometió a seis sesiones de quimioterapia para tratar su enfermedad.

En febrero de este año hizo su última sesión de ‘quimio’, y al sentirse mejor, para julio planeó un viaje junto con sus amigos a la Chiquitania. Su paseo coincidió con el inicio de los incendios forestales, algo que obligó a que apuraran su retorno. Ya en la capital cruceña, unas semanas después, le llegaron noticias de lo mal que la estaban pasando en las comunidades afectadas por el fuego y que se necesitaba toda la ayuda posible. “No podía quedarme así, habíamos estado allí un poco antes de que se genere el fuego. Teníamos que ayudar y por eso llamé a mis amigos Óscar Román y Erwin Torrico y nos pusimos en acción. Iniciamos la campaña ‘Condominios unidos’ y logramos recaudar casi 5.000 kg de ayuda, entre alimentos, medicamentos y materiales para los bomberos”, relata.

Las donaciones coparon dos camionetas y fueron necesarias otras ocho vagonetas para llevarlas al centro de acopio de la Gobernación. Pero la labor de Luis no acabó con eso. “Sentí que no era suficiente”, que debía hacer algo más y “me propuse ir hasta la línea de fuego”. Su familia no estuvo de acuerdo con su decisión.

Su madre, Jackeline Salces, insistía en que debía declinar en su idea pues arriesgaba su salud, ya que apenas cinco meses antes se había sometido a su última quimioterapia, pero su deseo de ayudar pudo más, así que se enroló a una cuadrilla de voluntarios junto a su amigo Ernesto Suárez y partieron rumbo a San José.

Su primera impresión fue de mucho dolor. “Yo no soy de las personas que llora, pero estar ahí y ver las necesidades y cómo el fuego arrasó con la vegetación, me partió el alma”, recuerda. Llevaron 600 raciones y se cercioró de que sean entregadas a las brigadas y a las personas afectadas. Cumplida esa labor, sentía que debía hacer algo más, así es que se ofreció de voluntario para combatir el fuego en Taperas. “Fue muy exigente en lo físico. Para llegar allí, tuvimos que caminar unos 4 km. Estuvimos cuatro días y tres noches combatiendo las llamas”.

Pero Luis cree que su tarea no ha terminado, por lo que después de haber descansado algunos días y cumplido con sus obligaciones en la ‘U’ (estudia arquitectura en la UPSA), piensa volver este jueves a la línea de fuego.