El Alfarero es una sociedad civil que ofrece atención a estudiantes con problemas personales sensibles. Se ha detectado que muchos, sobre todo las jovencitas, han sido víctimas de abusos sexuales en sus casas. Hay testimonios de recuperación

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18 de junio de 2018, 10:00 AM
18 de junio de 2018, 10:00 AM

Salir como profesional de una universidad no garantiza el éxito de la persona, al menos en nuestro medio, donde se ha detectado que muchos jóvenes en etapa universitaria caminan sin rumbo, arrastrando traumas y sueños rotos y una alarmante falta de plan de vida, lo cual impide un equilibrio emocional y desemboca en frustraciones con toma de decisiones equivocadas.

Esas falencias están saliendo a la luz en El Alfarero, una organización sin fines de lucro diseñada para atender las necesidades de los universitarios de Santa Cruz, que ha detectado, por ejemplo, que una de las causas de esta problemática es la violencia dentro del hogar, donde ocho de cada 10 estudiantes, en su mayoría mujeres, han sido víctimas de abusos sexuales en la infancia. 

El Alfarero aplica un modo interesante de contacto con los jóvenes en su centro de consejería, cuyo punto de entrada es la cafetería, un lugar ideal para disfrutar de un café solo o con amigos, ambientado con persuasivos mensajes que hacen sentir especial al cliente.

“No se admiten personas perfectas”, reza un letrero a la entrada de la cafetería. En el interior destaca en letras grandes la palabra “Sueños”. En una pizarra del mostrador, con caracteres de distinto tamaño, señala: “Queremos ser parte de tus recuerdos. De tus charlas, risas y, por qué no, de lágrimas que limpian el alma. Por esa razón no tenemos wifi”.

Los mensajes surten efecto porque predisponen al visitante a charlar con el personal del recinto de sus preocupaciones, de sus traumas y terminan pidiendo consejos. Es cuando entra en acción el equipo de profesionales del centro, encabezado por Pavel Farfán, director ejecutivo, y Fátima Espinoza, una de las consejeras, cuyo papel es remendar las emociones destruidas de estos jóvenes y moldear sus vidas para el futuro.

Construyendo sueños

“Muchas estudiantes llegan fundamentalmente con crisis de embarazos no planeados, con fuertes dificultades para relacionarse. Cuando empezamos a hurgar en consejería, nos hemos encontrado con tremendos niveles de abusos sexuales. En general, ocho de cada 10 casos terminan siendo tratados con abusos sexual en la infancia. Trabajamos mucho con personas que están incómodas porque se sienten atraídas por el mismo sexo. Hay elevados índices de crisis de ansiedad, crisis de pánico, sin razón aparente, vinculadas a la soledad, al abandono o al miedo al futuro”, dijo Fátima Espinoza.

Hay resultados positivos. De eso da fe Mónica Martin Mederos (30), una ciudadana española radicada en Santa Cruz, que hace poco más de tres años llegó a El Alfarero interesada en un taller y terminó recibiendo ayuda para su problema de anorexia y sus vacíos emocionales.

“En uno de los cursos de mentoreo me di cuenta de que estaba teniendo muchos conflictos personales y emocionales que estaban truncando mi carrera, mis estudios y las relaciones familiares. Estaba rozando la anorexia y eso causaba muchos conflictos en mi casa. Mi familia se planteaba mi regreso a Barcelona si bajaba un kilo más. Llegué a pesar 47 kilos.

Empecé a ir por la cafetería, porque en la cultura española nos gusta mucho tomar café. Lo tomaba con hielo y eso llamaba la atención de los presentes, que se acercaban darme charlas. Hacían preguntas que yo sentía que se estaban interesando en mí. Me daban abrazos, me saludaban; eso al principio me generó incomodidad, pero en el fondo era lo que realmente necesitaba.  Salí de los problemas de la anorexia y empecé una maestría y, con mi pareja, empezamos a capacitarnos con la visión de El Alfarero; entré a trabajar como asistente de dirección y ahora soy la gerente de operaciones”, relató Mónica.

A El Alfarero acuden unos 300 universitarios por día, entre ellos Carlos Terrazas Hurtado (22), estudiante de la carrera de Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, quien admite que era muy callado y de carácter explosivo sin saber por qué.

“Yo trabajaba en el área de cocina en un local y me aislaba de los demás empleados. Cuando llegué a El Alfarero me ensañaron a abrirme con mis compañeros, crear una comunicación, algo que yo no sabía cómo. Mi vida ha cambiado mucho en el trabajo e incluso en mis estudios, incluso me orientaron a escoger la carrera adecuada”, manifestó Terrazas.

“Tenemos casos con resultados muy positivos de chicas con sus bebés que han tomado decisiones inteligentes, valiéndose por sí mismas, eligiendo parejas adecuadas. Estas dificultades no se resuelven saliendo de profesional; una persona no está completa hasta que soluciona el manejo de las emociones”, indicó la consejera Espinoza.

El Alfarero tiene una experiencia de 18 años en el trabajo con los jóvenes. Empezó en Sucre, cuando allí era el centro universitario del país; ahora Santa Cruz se convirtió en la capital estudiantil, con más de 170.000 universitarios, muchos con baja autoestima.

“Las universidades han desarrollado su infraestructura e invertido en tecnología, pero se han olvidado de su principal producto, que son las personas de entre 18 y 28 años. Nosotros tratamos de responder a esa necesidad de los futuros líderes. El Alfarero es un lugar donde no necesariamente tienes que consumir, si necesitas hablar con alguien, puedes venir”, invitó Pavel Farfán.

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