Cuatro expertos en medioambiente y forestal dan los lineamientos que se debe seguir para recuperar las zonas dañadas por los incendios. Se anuncia posible mortandad de anfibios. El riesgo es latente

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1 de septiembre de 2019, 7:36 AM
1 de septiembre de 2019, 7:36 AM

Las posibles consecuencias que provocarán en el medioambiente el incendio que arrasó con 1,2 millones de hectáreas en la Chiquitania no son halagüeñas. A decir de los expertos, recuperar el suelo representa un proceso que demandará tiempo porque las cenizas dejan una especie de ‘impermeable’ en la superficie de la tierra, que afecta el PH (Potencial de Hidrogeniones) y contaminan las corrientes de agua cuando son escurridas por las lluvias. En consecuencia, también coloca en peligro la vida de los animales acuáticos y deja un riesgo latente de inundaciones para las comunidades aledañas.

La recuperación de la flora y de la fauna posterior al incendio no será nada fácil, coinciden expertos medioambientalistas y forestales. Recomiendan realizar, de forma inmediata, estudios de suelo por área determinada para tener un diagnóstico real del daño ocasionado por los incendios, a fin de encarar las tareas de recuperación a corto, mediano y largo plazo.

Medidas

Para la jefa de carrera de Ingeniería Ambiental de la Universidad Ecológica, Sandra Quiroga, una de las primeras medidas consiste en encarar un estudio sobre la infiltración de los suelos, de las semillas de las plantas ubicadas en las islas aledañas que no fueron afectadas por el fuego para hacer plantines en procura de reforestar la zona.

Una vez que comiencen las lluvias, se debe dejar crecer los pastos y evitar que el ganado ingrese a la zona del desastre para permitir el funcionamiento del pequeño y débil ecosistema de esa zona. Adelantó que la próxima semana un grupo de estudiantes de la facultad de Ingeniería Ambiental de la UNE viajará a la zona dañada por el incendio para realizar un estudio de suelo para contar con un diagnóstico inicial.

Por su lado, el biólogo y especialista en medioambiente Arturo Moscoso, opinó que el diagnóstico que se haga debe ser por área determinada para poner en marcha la etapa de restauración de las especies ecológicas, priorizando todas las especialidades con respecto al bosque modelo y las especies que había en la zona antes de determinar en que área o terreno se debe empezar a trabajar.

Lluvias y cenizas

Para Quiroga, las primeras lluvias que se registren en la zona será determinante porque a partir de ahí se empezará a lavar las cenizas y crear un nuevo sedimento. Esto abrirá un nuevo problema en la zona porque muchas comunidades aledañas al área afectada por el fuego pueden sufrir inundaciones, teniendo en cuenta que el incendio terminó con el bosque que había en esa área.

Explicó que esas primeras lluvias lavará las cenizas del terreno y dañará las aguas superficiales, porque las aguas se volverán muy ácidas o muy básicas, lo que causará mortandad de los anfibios.

Por su lado, Iván Orlando Ureña Catalán, ingeniero forestal, explicó que los suelos dañados deberán hacer la transformación de los compuestos minerales de las cenizas y entrarán en un proceso de asimilación que puede durar entre cinco a 30 años. El tiempo depende de la cantidad de combustible quemado en la zona y el espesor del manto de ceniza que se adhiere a la superficie de las hojas, lo que puede interferir sobre la fotosíntesis, transpiración y respiración de las plantas.

Según el experto, la germinación de algunas plantas en la próxima primavera puede estar comprometida, dependiendo del espesor del manto de cenizas acumulado, ya que la caída de partículas de cenizas muy finas puede llevar a formar una especie de capa tipo cemento, lo que puede dificultar la germinación.

En criterio de Ureña, tras el daño ocasionado por el fuego a los diversos ecosistemas (interrelación fauna, flora y suelo) de la chiquitania, la solución no pasa por ir a reforestar la zona, sino que se debe buscar los mecanismos para reponer las especies afectadas de la fauna y flora para que permitan a través de su resiliencia, volver a brindar al lugar los servicios ecosistémicos y, por ende, beneficiar a la población en general.

“Se puede hablar de entre 100 a 300 años, dependiendo de la magnitud del ecosistema afectado”, dijo Ureña y explicó que cada micro ecosistema puede recuperarse en menor tiempo, pero también se debe lograr la interrelación entre sí para fortalecer y recuperar los macro ecosistemas. La zona afectada de la Chiquitania brinda los servicios ecosistémicos a las cuencas del Amazonas y la del Río de la Plata (importancia directa con la relación ciclo hidrológico).

Según el experto, en la zona dañada hay diferentes tipos de bosques, como ser: bosques chiquitanos de valles, llanuras, serranías, amazónico, subamazónico, palmares, pampas de monte, de pantanal (la importancia de sus humedales como sitio Ramsar), Podocarpus (estas especies son las que sobreviven de las eras Paleozoica y Mesozoica).

Una mirada diferente

Limberg Vargas, ingeniero ambiental y bombero voluntario de la Policía, tiene una mirada diferente referente a la recuperación de la vegetación que fue consumida por el fuego en la Chiquitania. Para él, la reforestación no aplica en esa zona dañada, sino que se debe dar un proceso de regeneración natural del bosque y eso implica darle el tiempo suficiente a la naturaleza para que encuentre una especie de resiliencia a condiciones desfavorables.

Vargas descarta la intervención del hombre en la reforestación de la zona porque eso implica una transformación de la fisonomía del bosque, y en este caso se debe buscar que el bosque se regenere de una manera natural. Explicó que la regeneración y reforestación debe estar basado en los conceptos de forestoría análoga, es decir, que se debe utilizar las mismas semillas de las plantas que hay en el lugar para crear viveros y hacer mantención de los lugares; además, recomienda generar posibilidades para implementar sistemas de riego.

Para J uan Carlos Sauma, ingeniero hidráulico, los principales acuíferos de la zona de la Chiquitania que se abastecen de aguas superficiales serán los principales afectados por lo que no descarta una crisis hídrica porque habrá aguas contaminadas por las cenizas y eso implica que las plantas potabilizadas que hay en los municipios tendrán que trabajar más de lo que en épocas normales hacen.

Según Sauma, ante la falta de bosque también está el riesgo de que la ciudad sufra tormentas y sequías más extremas que en otras épocas y advierte que el sector productor se verá afectado a corto y mediano plazo, pues habrá un cambio en los niveles de regulación hidrológico, se generará mayor erosión por la pérdida de suelo y eso alterará los recursos de aguas y la degradación del recurso hídrico.

Explicó que en el caso de la cuenca de Tucabaca-Otuquis, el impacto no solo tiene que ver con la pérdida de regulación del ciclo hidrológico, sino que se verán afectados los niveles de navegación del río Paraguay y, en consecuencia, su navegabilidad teniendo en cuenta los proyectos de exportación que hay por la hidrovía; las acciones de chaqueos y los incendios dañan la floresta que regula el ciclo y garantiza los niveles mínimos de navegación.