Dos editores, una librera y un representante de un centro cultural cruceño estuvieron en EL DEBER para debatir puntos referentes a la cultura, a propósito del cierre de una librería y la supuesta falta de lectura en este departamento

El Deber logo
8 de abril de 2018, 4:10 AM
8 de abril de 2018, 4:10 AM

El anuncio del cierre de la librería Trapezio en Santa Cruz, provocó una serie de comentarios e indignación sobre el devenir cultural de la ciudad. Era la primera librería que se abría en 15 años y solo permaneció en pie nueve meses, a pesar de la oferta de actividades con la que contaba y de la cuidadosa selección literaria de sus estantes. 

Las críticas a la gestión cultural de las instituciones públicas y privadas cruceñas no se dejaron esperar, ya que se mencionó que en el departamento no existen políticas de fomento a la lectura y eso da como resultado una falta de ‘apego’ a la lectura en niños y jóvenes. 

Para hablar de estos temas, EL DEBER armó una mesa de debate con cuatro involucrados con temas educativos y literarios: Alfonso Cortez, escritor y director de la Editorial La Hoguera; Rita Gravato, propietaria de la librería El Ateneo; Ricardo Serrano, director de la editorial El País y exlibrero; y Juan Pablo Sejas, director del Centro San Isidro. 
Cultura lectora

La primera pregunta lanzada fue si en Santa Cruz existe una cultura lectora y si existe, cómo es en relación con otras ciudades de Bolivia. ¿Se lee menos acá que en otros departamentos? Alfonso Cortez cree que no existe ningún dato “concreto, objetivo o científico que pueda aseverar esa afirmación de que se lee menos acá que en otros departamentos”. Para Cortez, no necesariamente son las ofertas de libros formales en librerías de las ciudades las que van a dar como resultado una mayor o una menor cantidad de lectores en los centros urbanos. 

Rita Gravato fue más allá y señaló que la Feria del Libro de Santa Cruz es la más exitosa del país, y es muy esperada por el público para comprar libros. “Sí hay cultura de la lectura aquí”, comentó Gravato, que apuntó a las cuatro sucursales que tiene su librería y en los volúmenes dedicados a los niños y a los jóvenes que tiene en ellas, que son muy demandados. 

Ricardo Serrano tiene otra mirada a este asunto y observó que si hay una clase media creciente en Santa Cruz hay formas de medir. “Podemos comparar cuantos centros comerciales hay acá en relación con las librerías, y también comparar esto con otras ciudades, como Buenos Aires y Montevideo. Ahí sí se puede medir”, señaló Serrano.

El editor expuso además de que si Santa Cruz tiene una población universitaria de 100.000 alumnos, eso debería notarse en el consumo cultural, cosa que no sucede. “Eso dice mucho de nuestra calidad de formación”, apuntó.



Fomento


Juan Pablo Sejas recordó el proyecto de fomento a la lectura que realizaron en 2015 con el Centro San Isidro en tres ‘megadistritos’ cruceños. Esto surgió cuando notaron que las bibliotecas municipales ubicadas en cada distrito no cumplían una buena función. “Cada biblioteca solo tenía un bibliotecario, el cual tenía todo el espacio a su disposición, pero no generaba una dinámica de cohesión de la comunidad hacia este espacio público”, recordó Sejas. 


Al proyecto Lectulia se unieron otras instituciones y la idea era crear lazos entre las familias, la escuela y las comunidades para formar consumidores culturales. “Pero hay que tener en cuenta que estos no son procesos que dan resultados en seis meses o un año, sino que son procesos que se dan paralela y paulatinamente en el tiempo, y se llega a un estado donde la gente empieza a consumir de manera independiente y propia”, dijo Sejas.


Alfonso Cortez manifestó que una de las causas de que a las librerías no les vaya bien en Santa Cruz puede ser que este gremio no está profesionalizado lo suficiente como para presentar ofertas que el consumidor -el lector- guste, las acepte y participe. “Ahora las librerías no solo pueden concentrarse en un segmento específico”, expresó el editor cruceño.  “La gente debería tener opciones de accesorios complementarios a la lectura como lentes, agendas, lapiceros, lámparas, que son comprados por impulso al momento de comprar un libro. Eso representa en algunas librerías el 30% o 40% de su ingreso”, agregó Cortez.


Ricardo Serrano mencionó que la Ley del Fomento a la Lectura Óscar Alfaro, promulgada por el Gobierno en 2014, solo funcionó en el tema de excepción de impuestos a la compra de libros, no así en el fomento a la lectura.


“En países como México y Chile un gran porcentaje de las compras de libros de las editoriales las hace el Estado, llegando al 50% y los entregan a las bibliotecas públicas. Sería bueno saber cuánto del presupuesto del municipio cruceño se destina a la compra de libros”, acotó Serrano.  


Para Rita Gravato, el mayor problema para las librerías son los libros piratas y los fotocopiados. “Yo considero que en este punto el Gobierno es desleal porque ellos no hacen nada por combatir la piratería, es más, le dan el espacio. Si usted va atrás del Hospital de Niños usted va a ver dos cuadras de vendedores de libros piratas. Si están ahí es porque les han dado permiso. Le dan espacio a la informalidad”, dijo la librera.


Sejas pidió que se haga un estudio también de qué estratos de la sociedad consume más libros, ya que muchas veces la ‘cultura lectora’ es una cuestión de privilegios. Es decir, lee el que tiene dinero para comprar un libro. Es un debate que sin duda da para mucho más. 
Tags