EL DEBER estuvo en los principales templos budistas ubicados en las ciudades de Leshan, Chengun y el monte Emei en la provincia de Sichuan

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14 de mayo de 2018, 21:48 PM
14 de mayo de 2018, 21:48 PM

En la cima del monte Emei mora el alma de la gigantesca China. Allí, entre profundos peñascos y montañas que se besan con las nubes bulle un gigante naranja llamado Budismo, que está más vivo que nunca pese a décadas de comunismo ateo y gracias al fervor de los más humildes. 

Es que el propio régimen de la bandera roja y las estrellas amarillas parece rendido a los pies de esta milenaria creencia pacifista. Moviliza a millones de personas, creyentes y turistas, hasta los santuarios que ya son parte del Patrimonio cultural y natural de la Humanidad. 

EL DEBER, gracias a una invitación oficial del Gobierno chino, estuvo en los principales templos budistas ubicados en las ciudades de Leshan, Chengun y el monte Emei en la provincia de Sichuan. Encabeza la misión el director general de este diario, Pedro Rivero Jordán, Ingrid Rivero y Carlos Morales. 

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El Budha gigante de Leshan es una estructura tallada en piedra de más de 70 metros de altura que se levanta en la confluencia de los ríos Minjian, Qingyi y Dadu, los tres de diferentes colores, lo que conmueve a las miles de personas que llegan hasta este lugar. 

Muchos que desciende por una extensa escalera buscan tocar los pies del Budha, señal de suerte y garantía de prosperidad

Allí también se yergue la famosa Pagoda del Divino Tesoro, el templo Lingyun, la cueva Haishi y la torre de Dongpo. Un inmenso Budha se muestra imponente bañado en oro mientras miles de creyentes se tienden en el suelo o se arrodillan en señal de veneración

Pero lo más estremecedor vendrá después en el monte Emei, uno de los lugares más sagrados del Budismo, a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar. "Las montañas verdes y las aguas claras son como oro y plata para nosotros", reza un inmenso cartel escrito con caracteres mandarines. 

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La cima de oro se llama así porque en su pico se encuentra uno de los monumentos de oro más grande del mundo. El estatua dorada que representa las 10 direcciones de Samantabhadra y sus 48 deseos de prosperidad para la Humanidad. El monte se llama Emei porque, de lejos, los pobladores creían ver enormes cejas. 

Emociona ver a miles de creyentes que se arrodillan frente a la estatuta de Budha con la esperanza de mejores días. La leyenda cuenta que un emperador enfurecido con una de sus hijas que se había enamorado de la naturaleza del lugar convirtió a sus hijas en cuatro cerros que conforman el monte Emei

Elefantes de piedra custodia la estatua de Samantabhadra. Simbolizan la estabilidad que debe regir el universo natural y la vida humana. En estas tierras rodeada de té, arroz y las plantas de bambú el alma budista, en silencio, sacude las fibras del gigante chino