Alba Ávila, ahora Alexovich por el apellido de su esposo, lleva 10 años al servicio de la Armada de Estados Unidos. Es ingeniera de vuelos para los helicópteros de ataque. Inició su última misión en febrero de este año y concluirá en marzo de 2019

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17 de diciembre de 2018, 4:05 AM
17 de diciembre de 2018, 4:05 AM

Apenas tenía 14 años cuando Alba Ávila (33), hoy Alexovich, por el apellido de su esposo, Zach, dejó a sus padres, Juan Ávila y Jenny Soria, en Santa Cruz y se fue de intercambio a Estados Unidos, gracias a una beca para jugar fútbol. Su más grande anhelo era convertirse en una jugadora profesional. Y desplegó sus alas tras ese sueño.

Cumplió su programa de estudio y decidió quedarse. No fue fácil convencer a sus padres, porque es hija única, pero ellos al ver que su pequeña estaba luchando por sus sueños decidieron apoyarla. Se quedó con un tío que murió a los pocos años que llegó a Estados Unidos y a sus 15 años se vio en la necesidad de, luego de la práctica de fútbol, trabajar para pagar la renta de un cuarto. Así poco a poco se fue desenvolviendo y adaptándose a una nueva vida.

Nunca pensó que su vida cambiaría aquel 11 de septiembre de 2001, luego del atentado que sufrió Estados Unidos. Solo tenía 16 años, pero al ver el caos y que muchos de sus compañeros de colegio perdieron a sus familiares y amigos, decidió anotarse voluntariamente en el servicio militar y así brindar su gratitud al país que la acogió.

“En ese tiempo vivía en New York. La ciudad cambió y yo cambié con la ciudad. Vi la impotencia de no poder hacer algo en ese momento y eso fue un timbre de llamado. Esos momentos me enseñaron a madurar mucho. Ahí decidí que iba a luchar por aquellos que no pueden hacerlo. Los primeros años fueron los más duros. Fue difícil dejar a mis padres, mis amigos, mi ciudad, aprender otro idioma, una nueva cultura, no tener a nadie que me cuide o me dé consejos, pero Dios me sustentó y acá estoy”, remarca.

Colgó los botines

Fue así como a sus 20 años colgó los botines, se inscribió al ejército y empuñó las armas. Hace más de una década que lleva sirviendo a la Armada de Estados Unidos (US Army), donde trabaja como ingeniera y también como miembro de vuelo con los Apaches (helicópteros de ataque).

Alba trabaja en todo lo que es mantenimiento hidráulico, electrónica y armamento. Cada año participa por lo menos en una misión, ya sea haciendo patrullaje o ayudando cuando hay desastres naturales. Ya estuvo en Kuwait, Mazar E Sharif, Kabul, y ahora está en la Operación Freedom Sentinel XVIII, en Bagram-Afganistán. La misión es llevar soporte a los ciudadanos de Afganistán y a las tropas en tierra.

También vuela aviones y actualmente está estudiando para poder pilotear helicópteros de ataque, ya que estas son misiones completamente diferentes.

Hay muy pocas mujeres en misiones en este área de aviación, porque para entrar, hay que tener notas altas y mucha resistencia física. En Afganistan ella es la única. Sus colegas varones la respetan porque la ven trabajar a la par de ellos y la admiran por tener coraje de estar ahí, ya que en el servicio militar todos son iguales.

“Mi comandante voló y me dio la bandera de mi país. Me miró a los ojos y me dijo: ‘Eres la primera mujer boliviana sirviéndonos más de 10 años y tu dedicación hacia la aviación sirve de inspiración a otras personas que luchan por días mejores’. Cada vez que hablamos le comento mis preocupaciones del país ya que mis padres todavía viven en Bolivia y él me aconseja involucrarme más en la política. Me gustaría llevar orden y libertad a mi país. El peligro más grande de nuestra libertad es que el Gobierno no respete nuestra Constitución ni el voto del pueblo”, apunta.

Su familia

Ya han pasado más de 19 años desde que se marchó. Solo volvió a Bolivia en cuatro ocasiones. La primera para decirle a sus padres que se anotaba voluntariamente al servicio militar, la segunda para celebrar los 50 años de su mamá, la tercera para su matrimonio y la última cuando casi pierde a su papá que se sometió a una cirugía de emergencia. Espera pronto volver con su esposo, Zach, y sus dos hijos, Dankovic, de 15 años, y Brök, de 3, después de esta misión.