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29 de enero de 2019, 4:00 AM
29 de enero de 2019, 4:00 AM

Tras el porrazo de las primarias del domingo, el Gobierno ha insistido con su línea discursiva repetida de convertir cualquier traspié en un empate o, mejor, en una victoria. Por eso se apoya en la votación de menos de la mitad de los militantes inscritos de su partido para asegurar que el proceso ayudó a la democracia y para posicionar la idea de que el MAS tiene una megaestructura, muy superior a todas las fuerzas de la oposición, a las que llama “taxi partidos”. No hubo el arrollador triunfo anunciado. Tampoco son alentadoras las noticias para algunos candidatos opositores que encontraron un importante rechazo reflejado en los votos nulos y blancos de su casi simbólica presencia en las urnas. Por eso es mejor aplacar la euforia.

En la línea de encontrar responsables del inesperado resultado, el presidente planteó ayer una peligrosa sospecha sobre algún miembro del Tribunal Electoral. Evo Morales cree que a las primarias se llegó con un padrón irregular. Su pedido de una investigación acrecienta la desconfianza general sobre el árbitro, pero también reconfirma las dificultades que tiene el Gobierno para reconocer cifras desfavorables. Si los vocales estaban antes muy presionados, imagínense después de esta explosiva declaración presidencial.

La elección de un defensor del pueblo es la primera prueba para los nuevos presidentes y directivos de las cámaras legislativas. Adriana Salvatierra, por ejemplo, es una de las autoridades que tienen la oportunidad de demostrar en este proceso la renovación y los aires nuevos que parecen circular en la Asamblea con su interesante designación. Ella fue clave para rechazar la inaceptable conducta del renunciante defensor. Ojalá no nos decepcionen.

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