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9 de octubre de 2018, 4:00 AM
9 de octubre de 2018, 4:00 AM

Bolsonaro es un producto, como lo fue Evo Morales, en el otro extremo ideológico, o lo ha sido Trump en EEUU y otros líderes populistas de derecha o de izquierda. Varios han sido productos del colapso de partidos tradicionales que no respondieron a demandas de los electores o del acobardamiento de la corrupción y el cuoteo del poder para beneficio propio. Aparentemente hemos entrado a un mundo en el que los votantes se mueven más por las emociones que por una oferta programática. El apoyo o el rechazo a un candidato está motivado por el miedo o por el odio. En el caso de Brasil, una mayoría parece haber votado más en contra del PT y de los partidos tradicionales que a favor de un personaje tan exótico y políticamente incorrecto como el exmilitar. El batacazo de Bolsonaro refuerza lo que ya es un auge de la ultraderecha en varias regiones del planeta, donde cunden los desencantos.

Aunque la presidencia brasileña se definirá en un balotaje, la contundencia del triunfo de Bolsonaro hace que solo un milagroso despertar y alianzas impensables frenen al ultraderechista. Haddad (PT) ha conseguido que Ciro Gomes, el tercer candidato más votado, con un 13 por ciento, comprometa su apoyo, pero no le alcanza aún para vencer, considerando además que no todos los votos son transferibles. Otra meta del petista es conquistar a los que no fueron a votar, que llegan a un 20 por ciento. Parece imposible hacerlo en tres semanas, pero en política no hay imposibles.

¿Habrá efecto Bolsonaro en Bolivia? Cada país es distinto, pero hay que tomar en cuenta las tendencias y la globalización de la política. Por ahora, no se ve un precandidato que proclame sin complejos su militancia con la derecha, palabra que fue satanizada en los pasados 15 años o más.

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