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2 de octubre de 2018, 4:00 AM
2 de octubre de 2018, 4:00 AM

Ni el más pesimista de los bolivianos ni el más optimista de los chilenos esperaban el 12-3 que sepultó ayer la posibilidad de que La Moneda sea obligada a negociar un acceso soberano al mar. Sorpresivamente, la Corte de La Haya optó por el peor escenario para Bolivia y por el mejor para Chile, provocando que aquí pasemos rápidamente de la esperanza a la desazón y en el vecino país de la incertidumbre a la euforia. Existía el riesgo de perder y Evo Morales lo asumió hace más de cinco años. A la arriesgada estrategia se sumaron paulatinamente diversos líderes políticos y de organizaciones sociales, en un inédito proceso que mostró unas pocas veces vista unidad interna. Tras el fallo de La Haya, estamos como al principio o, quizás peor, ya que La Moneda ha quedado envalentonada y Bolivia, de alguna manera, vapuleada por la votación. Un eventual inicio de un diálogo descarta definitivamente un puerto soberano y encontrará una posición chilena más legitimada y fuerte ante una boliviana debilitada por la derrota. Entretanto, la factura de la frustración puede ser cara para Morales y la recompensa alta para Piñera.

La búsqueda de culpables se desató en una especie de catarsis. Ocurre habitualmente en momentos de derrota y, sobre todo, de electoralización del país. Lo justo y pertinente, sin embargo, es reconocer que el debate interno de ahora pudo resultar más útil antes de que se decidiera la demanda ante La Haya. Sin embargo, no debe restarse importancia a la autocrítica y la necesidad imperiosa de repensar las estrategias.

Ahora miremos al mar por el este, es una de las premisas. Puerto Busch fue y será siempre una alternativa de salida al mar, como lo es Ilo. Solo mostrando a Chile que Bolivia tiene opciones se tendrá mayor fuerza en el diálogo.

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