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15 de septiembre de 2018, 4:00 AM
15 de septiembre de 2018, 4:00 AM

Las subvenciones ya incomodan. Evo Morales acaba de poner en el tapete la urgencia de regular las subvenciones en algunos servicios porque pueden afectar a la economía. En la inauguración de la línea de transmisión eléctrica San José-Santiváñez, en Cochabamba, el mandatario reflexionó sobre el tema y anunció el incremento de tarifas en la electricidad y el gas domiciliario. La justificación de esta medida es cuidar los recursos del Tesoro General de la Nación (TGN) y evitar una sangría económica de Bolivia. Explicó que el Gobierno tiene la obligación de subir “un poquito el costo de la energía eléctrica” y evitar caer en la situación de otros países con gobiernos neoliberales, como Argentina. Considera también necesario un ajuste tarifario en el servicio de gas domiciliario de 1 a 2 bolivianos más. Resultaría cómodo y fácil exigir a Morales que mantenga tarifas de estos servicios, pero ya sabemos que las subvenciones estatales tienen un efecto populista a corto plazo, pero a largo plazo se sabe que genera distorsiones con consecuencias fatales en la economía. Sin embargo, esta decisión, sí o sí, tiene que ser acompañada con austeridad en el gasto fiscal, de ninguna manera es coherente aumentar tarifas y despilfarrar recursos de todos en obras innecesarias, como el edificio de Unasur ($us 60 millones).

La danza de millones por el etanol. Las industrias azucareras y las cadenas de surtidores se alistan para ingresar a la era de los biocombustibles. Los empresarios industriales prevén invertir $us 1.600 millones hasta 2025 en la producción del nuevo combustible y unos 100 surtidores inyectarán $us 6 millones en tecnología para comercializarlo. Se espera que, en breve, se promulgue la ley que regulará el nuevo negocio. Es responsabilidad de las autoridades evitar que el etanol ponga en riesgo la seguridad alimentaria.

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