Opinión

Zapateros

El Deber logo
17 de mayo de 2018, 4:00 AM
17 de mayo de 2018, 4:00 AM

Omar Velasco, un periodista potosino recientemente fallecido, solía contar aquella anécdota en la que, tras el triunfo de la Revolución Nacional, la cúpula del MNR se reunió en la prefectura de Potosí para repartirse los cargos públicos. Un zapatero de participación destacada en las milicias llegó tarde a la reunión, cuando todos los cargos técnicos y de oficios ya habían sido distribuidos, y, al ver que se quedaba sin uno, pidió la planilla de los otros, los calificados. Sin fijarse en el nombre del cargo, vio uno que tenía un sueldo alto y dijo “este… quiero este”.

Los jefes milicianos miraron la planilla y le dijeron “no se va a poder”. “¿Por qué?”, preguntó y, acto seguido, recitó sus méritos revolucionarios y su destacada participación en la lucha armada contra la rosca. Cuando terminó, los jefes le dijeron “no se va a poder porque ese es el cargo del obispo”.

Desde luego que este no es el origen del refrán “zapatero a tus zapatos”, que se remonta a la Grecia del siglo IV a. de C., pero, haya sido real o no, era utilizado por los políticos para frenar las aspiraciones de los aspirantes a cargos públicos para los cuales eran necesarias ciertas condiciones personales.

Además de los cargos religiosos, destinados —obviamente—, a los sacerdotes, estaban también aquellos para los que se requería mucha cultura. Entre estos se contaba a los periodistas y maestros, aquellos a los que, hasta hace poco, todavía se conocía como “interinos”.

Cuando se revisa la biografía de escritores o historiadores, se ve que muchos desempeñaron, en algún momento de sus vidas, cargos públicos vinculados con la cultura. Gustavo Adolfo Otero, por ejemplo, dirigió la Biblioteca Boliviana, de feliz recuerdo para las letras nacionales, mientras que en la Villa Imperial existió un Armando Alba que estuvo a cargo de la Editorial Potosí que grabó todo lo rescatable de la literatura de esta región. Entre los últimos ejemplos se puede mencionar a Mariano Baptista Gumucio, que se desempeñó como ministro de Educación y Cultura.

No obstante, la sana costumbre de dotar esos cargos con hombres instruidos ha desaparecido y, hoy en día, cualquiera puede ser nombrado en ellos.

Lo hizo notar el actor David Santalla, quien protagonizó una polémica sobre el teatro IV Centenario que no es administrado por conocedores de las artes escénicas.

Hoy los zapateros pueden desempeñar cualquier cargo público, aun sin preparación, y eso también explica que un minero sea el presidente del directorio de la Caja Nacional de Salud. 

Tags