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Ya pasó, ¿qué viene?

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25 de febrero de 2018, 8:52 AM
25 de febrero de 2018, 8:52 AM

Se terminó el día 21 y las cosas vuelven al mismo cauce: el Gobierno tratando de justificar su bajada, ninguneando a los sectores que protestan, haciendo ‘lecturas propias’ de lo que pasó en la calle, contando con los dedos de las manos cuántos pararon y bloquearon; el Gobierno sigue sin ver al otro, no entiende que ese 51,3% (lo dejo ahí y no hablo de encuestas que le dan mucho menos) evidencia que le dijo No, se mantiene inamovible y no da señas de mermarse, sobre todo por los desaciertos del poder.


En el Gobierno hay tantos portavoces que confunden, porque ni siquiera pueden ponerse de acuerdo entre ellos, dado que, por ejemplo, mientras el inefable Alfredo Rada (que no puede ser dicho, explicado o descrito con palabras) aseguraba que no hubo paro en el país, doña Gabriela Montaño denunciaba un “secuestro colectivo” de los ciudadanos, lo que, dicho en otras palabras, significa que nadie se movió de su casa; pero, aunque esos son detalles no menores, no es todo lo que pasó, porque el país avanza cada vez más en la defensa de la democracia y el poder se complica en su intención de imponer su re-repostulación, retroceso que implica un avance de la calle en su oposición a la violación de la CPE (lo que se pierde en política, alguien lo gana, así sea la inorganicidad) y el vicepresidente ya habla con respeto de la clase media.


El poder está desesperado y quedó claro que, al avanzar el éxito del paro, no tuvo otra salida que la de arremeter contra los opositores a la re-reelección usando a la Policía “para imponer el orden y restablecer el derecho de movilización de los ciudadanos”; ¡vaya! si eso fue así, ¿por qué no lo hizo a las 6 de la mañana? ¿Qué de especial tuvo esperar tantas horas de paro? Son las cosas que causan risa por su inexplicabilidad. Probablemente la idea fue generar enfrentamientos para justificar vaya uno a saber qué, pero los colectivos y las plataformas del frente decidieron apartarse y no presentar pelea, no darle gusto al poder, y eso generó otra sensación: el Gobierno vuelve a la violencia como forma de acallar las voces disonantes, violencia que en el poder/Gobierno es física y que en el partido y los llamados movimientos sociales es simbólica. Ya se oyó decir que “están dispuestos a dar la vida por la re-reelección” (cocaleros del trópico). Esas son malas señales, el Gobierno se debate entre el desconcierto y la amenaza, y así no parece que vaya a mejorar; ¿deberemos esperar que la violencia recrudezca? ¿Tendrán uno o varios ‘Surco’ dispuestos a prender mechas? Es claro que eso es todo lo que encontrarán dispuesto; difícilmente consigan a otro Rózsa para armar otra trama terrorista. En conclusión: el país no trabajó con normalidad, hubo paro y represión. 


¿Todo bien entonces? 
Momentáneamente sí, pero siempre debemos preguntarnos: después del paro, ¿qué? 
Y es que es imprescindible saber qué se hace. Hay que dar respuesta a las interrogantes de una ciudadanía que espera acciones que ya no tienen fecha ni simbología definida (21-F, por ejemplo) y los colectivos y plataformas deben preparar acciones permanentes que resulten atractivas, novedosas, que descoloquen al poder, que se la va a pasar electoralizando el escenario como única salida y estrategia; difícilmente se mueva más allá de eso. Finalmente tiene de ahí un fallo que, hasta que no se lo deje sin efecto, le posibilita a Morales ser candidato, de manera que, mientras la calle se mueve, los juristas, políticos y operadores de DDHH deberán moverse en el país y fuera de las fronteras para hacer que el fallo quede sin efecto, sea por la confusión de fechas (no va a ser fácil, el aparato del poder sigue vigente en el Órgano Judicial y no va a cambiar), sea por la inaplicabilidad y metodología utilizada para dejar sin efecto los artículos constitucionales y por la incorrecta apropiación de los supuestos derechos vulnerados a Morales, situación que debiera resolverse en la CIDH.


El tema está planteado: el escenario es el país, pero esta vez, no necesariamente se defina acá y, de definirse fuera, hay que ver si el poder boliviano lo va a acatar; la idea del socialismo del siglo XXI es tomar el poder por la vía democrática y permanecer en él por los medios que sean.

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