Opinión

Y ahora... ¡fundamentalista!

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12 de noviembre de 2017, 4:00 AM
12 de noviembre de 2017, 4:00 AM
"No sé si en el futuro vamos a acabar con la democracia occidental de mayorías y minorías. Yo vengo del movimiento indígena originario y allí he visto cómo se aprobaba en concentraciones del ayllu, de la comunidad que no haya votación, porque en votación ya hay mayorías y minorías”.  ¿Es una propuesta? ¿Un deseo? ¿Una amenaza? ¿O la crónica de una conspiración democrática, una subversión al orden constitucional? 

Partamos de que Morales “no viene del movimiento indígena originario ni del ayllu”, su formación es sindical, donde la decisión mayoritaria somete a la minoría sin derecho a réplica; él viene de la enseñanza de una práctica política que, al no conseguir acuerdo unánime ni aceptación de la mayoría de los participantes en el debate, se hace lo que “manda esa mayoría”, sometiendo a los “que pierden”. Así funciona. Evidentemente, esta es una forma de democracia que se usa para lograr unidad de clases en pos de avanzar en la reivindicación sectorial, pero ese no es el tema, aun cuando es clave dejar claro que Morales no ‘sale’ del movimiento indígena originario.

Plantear el método de toma decisiones de ayllu, de asamblea para un Estado es involucionar. Se supone que en la antigua Grecia y en otras civilizaciones similares, la asamblea era la manera de resolver problemas de comunidad y, probablemente, en el ayllu pueda funcionar aquello, aunque no me deja muy convencido lo que pasó recién en Achacachi, donde colisionaron los modelos del ayllu y el de la democracia formal liberal, cuyas consecuencias ya se conocen, un espacio territorial único, partido sin que hasta la fecha solucione sus problemas de gobernabilidad. Pero para un Estado que tiene una Constitución, que se reconoce democrático y de derecho y que “adopta para su gobierno la forma democrática, representativa”, aquello de: “No sé si en el futuro vamos a acabar con la democracia occidental de mayorías y minorías”, suena subversivo y desestructurador de lo que conocemos como Estado boliviano.

La democracia es la suma de los disensos. Entre no iguales es donde se hace la verdadera democracia, en pensamientos diferentes. La democracia establece que debe haber ganadores y perdedores, y que estos últimos tienen el derecho de hacer, gestionar, consultar, peticionar en el espacio donde se desempeñen (nivel central, departamental, municipal y en todos los demás). Eso se entiende como la búsqueda de contrapesos. Así ‘pese’ mucho el ganador, el que pierde no se somete en silencio, asume la pérdida y acata democráticamente el veredicto de la urna o la decisión de la mayoría, pero mantiene el derecho a oponerse.

Morales parece estar muy nervioso y desesperado; plantear “acabar” con la única forma de organización de estado que conoce la República de Bolivia ¡es una soberana estupidez! En esa Constitución a la que el presidente miró con sorpresa y evidente agrado (la de 1826), porque hablaba de “cargos vitalicios”, ya se establecía la forma democrática (popular representativa) que rige nuestra práctica política; ahí está la elección de gobernantes, la división de poderes, la elección de representantes (selectiva la clasificación de quiénes votaban y podían ser elegidos, cosa que se entiende por la época), de manera que aquello de que “a futuro se puede acabar con la democracia occidental”, es nada más que la desesperación de mantener el poder a como dé lugar.

El ayllu, lo comunitario, la elección por usos y costumbres, son ‘instituciones culturales y ancestrales’, reconocidas por el Estado boliviano en función del modo tradicional de organización, pero este es un país mestizo mayoritariamente, que desde que nació a la vida independiente conoce una forma de democracia y seguramente no estará dispuesto a que el presidente, desesperado por seguir en el poder, “la acabe”.

El presidente sabe lo que dice y porqué lo dice, sabe que en la sociedad mestiza hay miedo de ser considerado ‘discriminador’ si se oponen a las barbaridades que, a nombre de supuestas ‘culturas’, se pretende hacer; el miedo paraliza tanto que se lo deja hacer y avanzar; así progresan los extremismos y los fundamentalismos, cuando los que tienen que hablar se callan, cuando los que deben defender sus modos y sistemas de vida en democracia plena, no lo hacen… 

Creo que es tiempo de mirar lo que hace Morales desde la óptica de “su” tentación totalitaria… después, puede ser tarde.

 

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