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23 de agosto de 2019, 4:00 AM
23 de agosto de 2019, 4:00 AM

Esta semana recordamos el golpe militar de Hugo Banzer de 1971 que significó la cárcel, la persecución, el exilio para decenas de periodistas. El mismo tono que el 17 de julio de 1980, cuando las tropas asaltaron radios y perió- dicos antes de ingresar al Palacio de Gobierno.

Anteriormente, en los 60, militares asesinaron al periodista Alfredo Alexander En el nuevo siglo, los ataques contra la prensa boliviana son diferentes, pero siguen influenciados por los servicios de inteligencia- aunque la CIA fue reemplazada por otros foráneos- y por las Fuerzas Armadas que cogobiernan con el MAS.

Los militares estuvieron relacionados con la comunicación masiva en diferentes momentos, fomentaron Radio Illimani en vísperas de la guerra y la usaron para anunciar sus cuartelazos. Como otras dictaduras, abrieron el canal estatal con fines de propaganda. Sin olvidar que internet es también una creación relacionada con la guerra.

No es casual que el gabinete de propaganda esté conformado por un capitán entrenado en la Escuela de las Américas; exguerrilleros y otros simpatizantes de la lucha armada.

Es interesante revisar el lenguaje que emplean tanto el comandante Kalimán como ellos, típicamente castrense: estrategia (envolvente), enemigo, desestabilizadores, antipatriotas (adjetivo preferido).

Sus asesores sudamericanos vienen de grupos armados. Ahora sacan sus huestes escondidas en páginas electrónicas anónimas para atacar a los medios de prensa y a los periodistas más prestigiosos, como ya fue denunciado. Se esconden bajo el nombre de “guerreros digitales”, auspiciados por el Estado.

Actualmente los líderes de las protestas en Hong Kong enfrentan una temible campaña digitalizada desde China, ¿casualidad? Si EEUU aprendió en la Guerra de Vietnam cómo controlar a la prensa en la Guerra del Golfo y sucesivas invasiones, los estalinistas dejaron la acción directa para usar la sutil.

Aunque usan el manual de Trump de declaraciones estrepitosas para tener siempre titulares, el modelo preferido es el que Vladimiro Montecinos desarrolló en Perú en los 90. Sus directrices las podemos encontrar en los discursos y ataques del MAS contra instituciones, periodistas y candidatos.

El objetivo primero es controlar la información utilizando métodos variados, incluso los más vedados y sobre todo la calumnia. Falsificación de datos, manejo de medias verdades, declaraciones o documentos fuera de contexto, acusaciones anónimas que otros repiten responsabilizando a esa fuente (“las redes, un comentario, el analista, etc).

Aprovechan la complicidad, el miedo, el silencio o la ingenuidad de otros medios para dar eco infinito a la calumnia, a la media verdad.

Algunas noticias son simplemente inventadas como acusar “La historia, detrás de la historia, comenzó como un ejercicio de catarsis terapéutico, y lo que tenía que ser una carta dirigida a mí mismo, se convirtió en una pieza de dramaturgia”, palabras más o palabras menos, eso es lo que recuerdo que Rodrigo Bellot nos dijo cuando nos visitó en la casa editorial -que en esa época presidía-, para provocarnos con la publicación del guion de su obra teatral Tú me manques (2015). Hace unas semanas, estuvo nuevamente de visita, porque la primera edición se agotó y había que reimprimir.

En la introducción de ese libro, René Hohenstein, escribió -premonitoriamente-, que este primer texto era un “punto de partida, punto de arranque, pero también un puerto al que uno llega…”.

Beiby Vaca Parada, en el comentario, destacaba que el valor y el aporte de Tu me manques es naturalizar lo que siempre ha sido natural: “el amor más allá de las etiquetas y de cualquier norma inventada para ‘regular’ el afecto entre seres humanos”.

Lo que Rodrigo escribió, señalando todo lo que no dijo, lo que le hubiera gustado decir y lo que le sucedió, fue la génesis de una historia que, de ser personal, pasó a ser universal. Del papel impreso saltó exitosamente a las tablas con una singular puesta en escena, donde el lenguaje dramático incorporó a las nuevas tecnologías y a los actuales medios de comunicación digitales.

El escenario teatral de Bellot tuvo un inusual despliegue multimediático que convocó a espectadores mucho más jóvenes que los que habitualmente asisten a una sala de teatro.

Y ahora, en la gran pantalla, la película no repite la obra teatral, sino que el director de cuatro largometrajes (Dependencia sexual, Quién mató a la llamita blanca, Unicornio, Perfidia), la hace crecer aún más, de manera lúdica y alegórica, alternando el pasado y el futuro, con una treintena de actores que redimensionan el propio personaje del guion original.

Tú me manques es una historia de amor que confronta y muestra dos sociedades opuestas, las tensiones generacionales (padre-hijo), las taras religiosas, la búsqueda de respuestas, los prejuicios, la intolerancia, la incomprensión, el dolor, la falta de comunicación, los miedos, el sentimiento de culpa y el inefable temor al rechazo.

El desamor y la pérdida se resumen en esta expresión francesa (tú me manques) que es mucho más que la pobre traducción castellana de “extrañar o echar de menos”.

Intenta explicar esa sensación de vacío que nos deja una ausencia, como si una parte esencial del otro nos faltara en nuestro interior, y que, además, nos hará falta todos los días del resto de nuestra existencia. En este ambicioso y conmovedor filme, de alta calidad técnica y de un gran trabajo actoral, Rodrigo Bellot se expone personalmente con una propuesta artística honesta y valiente que tocará las vidas de muchas personas.

Ningún espectador podrá salir indiferente de la sala oscura donde se proyecta la película. En esa provocadora oscuridad se iluminan muchos temas, como la homosexualidad, que nuestra sociedad conservadora quisiera no ver ni reflexionar, menos aceptar. a alguien de recibir dinero del narcotráfico; para bajar la moral de un periodista considerado enemigo atacan incluso a su madre; o para dañar al alcalde opositor no dudan en presionar a la esposa que acaba de tener una guagua.

Análisis aparte merecen las caricaturas, las fotos, los titulares en portada. Pese a todo ese poder que desborda dinero, la comunidad resiste, primero porque Bolivia no es una sociedad anónima y sabe quién es quién; porque hay instituciones firmes y porque hay personas- periodistas- (aunque cada vez menos) que no dudan en decir lo que saben y lo que piensan a pesar de las amenazas directas o vedadas.

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