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29 de julio de 2019, 5:00 AM
29 de julio de 2019, 5:00 AM

Sucede con frecuencia que la historia es evocada con más claridad en las vivencias de amigos que la experimentaron de cerca y, a menudo, con mayor intensidad que la que cuentan los registros históricos. Leer algunos de sus trabajos es una forma de revivir el pasado y de llenar vacíos históricos, especialmente para quienes estuvieron más tiempo fuera que dentro de nuestra geografía durante muchos de los años en que la vida garantiza mayor lucidez. El reencuentro con la realidad evidencia vacíos que procuramos llenar con las vivencias de otros que la cuentan de manera más diáfana y, por tanto, con mayor credibilidad.

Estas líneas surgieron al leer a Susana Seleme Antelo en uno de los capítulos de Conversiones, Plural (2019, 163 páginas). La obra es un compendio somero de autobiografías de cinco autores, todos comentaristas políticos conocidos: Roberto Laserna, Juan Claudio Lechín, Fernando Molina y Carlos Toranzo Roca, además de Seleme Antelo. El pensamiento de todos ellos, con artículos y análisis, debates y entrevistas, tiene una influencia destacada en todos los estamentos académicos y políticos del país. Y, en los días de ‘surazo’, como los actuales, estas Conversiones son una recopilación de lectura agradable, merecedora de figurar entre las obligadas de las carreras de Ciencias Políticas de nuestras universidades.

Los contextos bajo los que vivieron estos autores confieren cierta nostalgia de aquellos años por los desafíos presentes para las legiones que se preparan para votar este 20 de octubre y procuran dar sentido cabal a la decisión que asuman, a sabiendas del carácter fundamental de tal decisión.

Seleme Antelo describe esquemáticamente la época de esa nostálgica aproximación al mundo real que reflejan sus decepciones con el universo marxista-leninista en el que vivió, como gran parte de su generación, muchos de los años juveniles más fecundos antes de chocar con realidades decepcionantes del mundo que habían comprado. Al calor del marxismo promovido por la ahora ex URSS, ocurrieron cambios propulsados por movilizaciones gigantescas, de pantalón o minifaldas para las mujeres, ahora protegidas por una marca definitiva de la nueva era: los antinceptivos, pero también acorazadas por la Doctrina Social de la Iglesia que desde Medellín, con la Conferencia Episcopal Latinoamericana, había proclamado su opción preferencial por los pobres. Fueron los tiempos del Libro Rojo, de Mao Tse Tung, en el que numerosos crímenes horrendos buscaron refugio; de la conquista del espacio y la llegada a la Luna, la Revolución Cubana y los momentos más calientes de la Guerra Fría. De vuelta, con los pies firmes, plantados en Santa Cruz de la Sierra, el final de la década de 1970, emprendió el epílogo de su reencuentro con Bolivia, al lado de dos notables cruceños: Guillermo Capobianco y Francisco Aróstegui con quienes deshojó las últimas margaritas de los sueños de su generación.

Es fascinante la similitud de experiencias del quinteto narrativo de Conversiones, de las que espero volver a discurrir. Hasta entonces.

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