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15 de junio de 2018, 4:00 AM
15 de junio de 2018, 4:00 AM

En los últimos 10 años, las candidaturas bolivianas a puestos electivos en organismos internacionales fueron aplazadas y humilladas tanto por los delegados estatales como por las evaluaciones de la sociedad civil. Algunos creerán que siempre fue así y aumentarán un poco más su baja autoestima nacional.

Sin embargo, hay que recordar que hace solo tres lustros un boliviano fue elegido magistrado nada menos que en la Corte Penal Internacional (CPI), surgida dentro de los estatutos de Roma y con la difícil tarea de atender casos de genocidio, crímenes de guerra y otros atentados a los Derechos Humanos.

René Blattmann Bauer (La Paz, 1948), descendiente de familias suizas y benianas, ganó entre 43 candidatos sugeridos por los 85 países miembros de la CPI. Él se había destacado desde joven como brillante estudiante, abogado, defensor de la dignidad del ser humano. Fue candidato por unos breves meses del MNR en 1997 y de otro partido en 2002, pero esa opción política no ensombreció su reconocido compromiso por defender la vigencia de la ley y los derechos de los más excluidos. El gobierno lo propuso, aunque en ese año era su opositor.

Blattmann mereció 30 votos en la primera ronda sobre las otras candidaturas latinoamericanas y en la segunda obtuvo 57, venciendo a poderosos oponentes, como Argentina y Colombia. La Cancillería de la República de Bolivia informó que el trabajo diplomático fue arduo y profesional tanto desde la OEA como desde la ONU para convencer a los países miembros que apoyen al candidato de un país poco relevante
en el concierto mundial como es Bolivia.

El jurista fue posesionado en La Haya y tres años después fue elegido vicepresidente de la CPI por sus cualidades personales, ocupó el cargo hasta 2012 y actualmente es profesor en Alemania.

Además, recibió importantes premios por su defensa de la persona, del ser humano, como el Premio Monseñor Leónidas Proaño, Premio de la
Asociación Latinoamericana de Derechos Humanos, reconocimientos en Europa y en América Latina. Fue elegido profesor honorario por universidades serias y delegado de la ONU para misiones específicas. ¡No importaba que fue político; ante todo era un jurista probo!
Recuerdo cómo caminaba desde su despacho en El Prado hasta otros sitios para ahorrar gasolina al Estado. Nunca se lo vio ebrio o ‘huallaichando’ en Carnaval en plena plaza Murillo. Al contrario, era un profesional disciplinado y austero.

Organizó un departamento de prensa idílico. El reportero no tenía más que llamar para contar con la documentación solicitada en un breve tiempo; el Ministerio de Justicia de 1993-1997 ofrecía inclusive apoyo de expertos para que los periodistas comprendan la profundidad de las reformas que ahí se aprobaban. Reformas que luego fueron truncadas. En Bolivia, él dijo, “el expediente importa más que el ser humano”.
Blattmann fue el maestro de Carlos Alarcón y de otros abogados constitucionalistas que prueban que en Bolivia no todos los togados son incompetentes.

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