Opinión

Un año después de la tragedia de LaMia

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28 de noviembre de 2017, 4:00 AM
28 de noviembre de 2017, 4:00 AM

Pocas respuestas y muchas preguntas rondan cuando se cumple hoy un año de la estremecedora tragedia de la aeronave de LaMia, en la que murieron 71 de las 77 personas que viajaban en el chárter contratado por el club Chapecoense de Brasil. La muerte de casi todos los jugadores, dirigentes y periodistas, además de la mayoría de la tripulación, provocó una consternación mundial y un revuelo en la aviación civil sudamericana. La tragedia tuvo un impacto mayor en Bolivia, considerando que el vuelo se originó en una aerolínea formada en nuestro país y porque tanto los pilotos como los operadores del vuelo eran nacionales.

Hasta la madrugada del 28 de noviembre de 2016, no muchos conocían de las operaciones de una aeronave de LaMia en Bolivia y, llamativamente, en algunos países de la región, había sido contratada para transportar a importantes selecciones de fútbol. Es más, resulta al menos curioso que en su corto periodo de funcionamiento varios de sus vuelos, por no decir la mayoría, sirvieron al circuito del fútbol sudamericano. Poco se sabía de LaMia hasta el día de la catástrofe aérea, a tal punto que el propio presidente Evo Morales confesó inmediatamente desconocer cómo se le permitió volar en Bolivia. Sin embargo, la misma aeronave siniestrada en Colombia fue utilizada por funcionarios públicos alguna vez para transportarse en territorio beniano.

A medida que avanzaron las primeras investigaciones del caso se fueron multiplicando las preguntas, las sospechas y las numerosas críticas a una empresa aérea increíblemente improvisada para el tamaño y la importancia de los contratos que llegó a firmar. También estallaron los cuestionamientos acerca de cómo pudo operar en Bolivia una aeronave de una compañía que no logró  los permisos para funcionar en Venezuela. Las explicaciones breves  sobre esta situación fueron realizadas por el dueño del avión siniestrado, el ex senador venezolano Ricardo Albacete, quien deslindó su responsabilidad al aclarar que lo alquiló a los socios de la compañía boliviana.

La versión ha sido refutada por las evidencias de un peritaje policial judicializado al que accedió EL DEBER, por las que se sospecha de un control casi absoluto de los negocios de LaMia en Bolivia por parte de Albacete y de su hija. Solo una investigación judicial seria e independiente podrá confirmar o desvirtuar esta presunción de hechos, lo que es trascendental para las víctimas y sus familiares que no tienen aún claro quién es el verdadero dueño de LaMia para reclamar jurídicamente sus indemnizaciones. 

También es fundamental saber si algún alto funcionario boliviano favoreció el establecimiento de una compañía aérea que reprodujo el nombre de la que fue rechazada en Venezuela y con qué motivaciones lo hizo.

Además del drama que viven aún los afectados de la tragedia, por la variedad de dudas y por la desatención de sus demandas, queda pendiente evaluar si las secuelas graves de la catástrofe han servido para corregir las graves falencias del sistema de control de la aeronavegación civil en Bolivia y en las naciones implicadas en el trágico vuelo. No solo fue cuestión de que el piloto se arriesgó a volar sin el suficiente combustible.

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