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7 de noviembre de 2018, 4:00 AM
7 de noviembre de 2018, 4:00 AM

Falta un año para las elecciones generales y persiste el empeño del oficialismo en eternizarse en el poder. Esto ha erizado el ambiente político. También hay rechazo ciudadano a la dispersión de los competidores opositores, que muestran falta de coincidencias con los partidos que los propician. Por ejemplo, ir como candidato aupado por el maoísmo demodé e impracticable, no es serio. El oportunismo no puede llegar tan lejos, ignorar diferencias abismales, cuando se trata de la orientación democrática que se propone dar a un futuro gobierno.

No es cierto que haya personajes iluminados e indispensables y que, sin ellos, todo estaría perdido. Tampoco que debemos transigir con quienes niegan la democracia representativa, pues no se trata de unir solo por unir, sino de concertar para salvar al país de un designio continuista. Se trata también de evitar que el Estado siga creciendo en desmedro de las iniciativas de los ciudadanos, como propician el maoísmo y otras corrientes autoritarias.

Ofrecer una alternativa viable y única al poder actual no es fácil. Hay en la oposición diferencias de concepción política. Lo que une es el rechazo al populismo depredador. Se dirá que esto siempre fue así y que lo mismo sucedió en el pasado. Pero también es cierto que nunca, como ahora, hubo un gobierno que tanto despreció a los ciudadanos libres y que se ha alejado de la moral funcionaria, de la tolerancia al pensamiento diferente, de la ley y de la buena vecindad internacional.

Jamás, como ahora, un gobierno como el actual insistió en mostrar sus derrotas como triunfos ni usó tantos agravios para justificar sus tropezones. Tampoco hubo antes tanto esfuerzo en perder prestigio por afinidades, casi serviles, con otros regímenes totalitarios.

Pero no hay barreras infranqueables para un pueblo decidido a vivir en libertad. Plantear una propuesta extremista que también se oriente a restringir o a eliminar los derechos ciudadanos no resuelve ninguna crisis. Esa propuesta, propia del populismo, solo dispersa y engaña a las sociedades ávidas de cambio en libertad. Aún hay tiempo para que surja una propuesta seria y acorde con el sentir popular: vivir en democracia, bajo el imperio de la ley y con el resguardo de una justicia imparcial que garantice la vigencia plena de los derechos ciudadanos, preservando la libertad.

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