Opinión

Solos frente al monstruo de la trata

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24 de diciembre de 2017, 14:24 PM
24 de diciembre de 2017, 14:24 PM

La trata y tráfico de personas es una realidad lacerante en el país. En el Ministerio Público se contabilizan al menos 3.000 casos desde 2012, sin contar las desapariciones de personas que no son denunciadas o que no son incluidas como trata por las autoridades policiales o la Fiscalía.

Lacerantes son los testimonios de padres y madres, la mayoría de escasos recursos, que dejan todo para buscar a sus hijos desaparecidos. Mujeres que tuvieron que vestirse de hombres para entrar a lenocinios en busca de sus adolescentes que no volvieron a casa. Hombres que recorren casas de citas, para enterarse de que el servicio sexual de una menor de edad está incluido en una botella de cerveza por Bs 60 y que ellas son vejadas y hasta drogadas sin piedad.

La Paz y El Alto son los lugares donde hay más denuncias (1.480 en el departamento). Santa Cruz ocupa el tercer lugar en un macabro ranking de casos de trata con 473 casos y Cochabamba con 469. En 2016 hubo 720 hechos referidos a la autoridad y solo en el primer semestre de 2017 subieron a 373, lo que hace suponer que este año cerrará con un mayor número.

Entre 2012 y 2017, el Ministerio Público tiene contabilizados 3.000 casos, pero de estos solo se emitieron 39 sentencias (el 1% del total), de las cuales 31 fueron condenatorias y 8 absolutorias.

En Bolivia rige la Ley contra la Trata y Tráfico de Personas, pero los familiares de personas desaparecidas no sienten la efectividad de su aplicación. Según sus testimonios, hay poca empatía cuando realizan la denuncia y mucha demora para que se haga la búsqueda. Hay casos en que los padres dejaron de creer que la Policía y la Fiscalía les devolverán a sus seres queridos y optan por realizar solos el peregrinaje por todo el país. 

Esa orfandad que refieren los familiares es precisamente la que dio lugar a la conformación de la Asociación de Apoyo a Familiares de Víctimas de Trata y Tráfico de Personas y Delitos Conexos. Existe una colaboración mutua entre los miembros de esta organización y el soporte emocional de quienes viven el mismo drama. Según los relatos, acuden juntos a los lenocinios y juntos también van a reconocer cadáveres, porque no saben si se tratará de sus hijos o de los hijos de quienes sufren como ellos.

En contrapartida, a pesar de que hay servidores públicos comprometidos con el problema, la burocracia es pesada y aún no existe la debida fiscalización sobre los lenocinios, sobre los retenes de control en las carreteras ni sobre lo que ocurre en las fronteras. Así se puede observar que hay zonas de El Alto, Santa Cruz, La Paz o Cochabamba donde los vecinos ven la presencia de menores explotadas sexualmente como algo normal y no denuncian.

El drama es muy fuerte y doloroso. Cualquier día puede tocarle a un ser querido de nuestra familia, por lo que demanda un compromiso institucional, social e individual para evitar que los que trafican con vidas sigan haciendo de las suyas.