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20 de junio de 2019, 4:00 AM
20 de junio de 2019, 4:00 AM

El martes presenté El hombre, libro de cuentos que ganó en el tercer certamen Letras de Nuevo Tiempo convocado por la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia. Fue una satisfacción personal, de esas que necesitas disfrutar para recordar que escribes para la gente, no para los partidos.

Publiqué la invitación en mi cuenta de Facebook y, en medio de palabras de aliento, se coló la disidencia de un contacto que veía, en la silueta del Che Guevara que estaba en el impreso, la “asquerosa imagen de un terrorista odiador”. Me defendí, pero él expuso sus argumentos: dijo: “No sé cómo alguien puede escribir sobre este personaje y ponerlo de tapa de su libro”.

Debo aclarar que lo que publiqué fue una invitación, no la tapa del libro, y, aunque así hubiera sido, yo no tuve intervención en el diseño ya que la impresión corrió a cargo de la Fcbcb. Por tanto, y como apuntó una de mis contactos en ese mismo estado, las críticas eran, más bien, prejuicios. “El peor error que puede cometer un hombre es juzgar un libro por su portada, ¿cómo puedes calificar, cuestionar o despreciar lo que no conoces aún?”, le dijo. Pero, además, el criticón hablaba de odio y sus comentarios, cargados de adjetivos reflejaban precisamente eso: “antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien”.

Quien publica se expone al juicio público, pero éste no siempre se acerca a la realidad. Pasó más de medio siglo de la muerte del Che Guevara y su figura sigue polarizando porque la gente se deja polarizar. En este caso, como en otros en los que cumplí el papel de periodista, yo preferí no tomar partido. Por encargo de un diario español, investigué ese episodio porque busqué el asesino y lo encontré.

Lo que determiné, como consecuencia de mi trabajo, es que la muerte de Guevara fue un asesinato y así lo publiqué hace casi dos años: “No hubo juicio, ni siquiera sumarísimo. Se disparó a un hombre indefenso, quitándosele la vida. Pudo ser inocente o culpable. Pudo ser el mejor hombre de la historia o un sanguinario asesino, pero era un ser humano. A ese ser humano se lo mató a sangre fría, sin juicio”. Por tanto, ratifico, sin usar adjetivos para expresar lo que me dicta el hígado, que esa ejecución fue simple y llanamente eso: un asesinato.

 

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