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25 de octubre de 2018, 4:00 AM
25 de octubre de 2018, 4:00 AM

El presidente Morales en más de una ocasión, cuando la situación apremia, o tiene que tomar una decisión incómoda para su Gobierno, recurre a una sola respuesta que es usada a manera de ardid: “Yo no sabía”. Basta con recordar los casos Fondioc, Chaparina, Lamia, crisis del agua, su supuesto hijo con Gabriela Zapata y el padecimiento de los enfermos de cáncer en el país.

A fuerza de repetición ha hecho que esta respuesta, usada como comodín, ya no signifique nada; ha logrado que perdamos por completo la confianza en la palabra del Presidente. Pero ¿cuál es la falla? en ¿qué punto nos perdimos? Es fácil decir no me asesoran, no me dicen, no sabía; lo que no es fácil es admitir que vivimos hace 13 años ensimismados en un error, en creer que se puede gobernar a olfato o al tincazo, gobernar sin escuchar. Gobernar sin dialogar es, sin duda, el error más común, pero también más peligroso que puede tener todo gobernante.

Según la politóloga María Victoria Whittingham Munévar, gobernanza es la realización de relaciones políticas entre diversos actores involucrados en el proceso de decidir, ejecutar y evaluar decisiones sobre asuntos de interés público, proceso que puede ser caracterizado como un juego de poder, en el que competencia y cooperación coexisten como reglas posibles; y que incluye instituciones tanto formales como informales.

Para que un Gobierno funcione, la gobernabilidad es importante. El liderazgo político importa, y también lo hace el pensar en el prójimo. Una nación comprometida con un gobierno limpio y eficaz, comprometiendo a los ciudadanos a dialogar sobre la vía a seguir y desarrollar las capacidades necesarias para impulsar la visión será una nación que mejore el bienestar.

Eso está necesitando ya no este gobierno que acaba en 2019, si no que se debe repensar la forma en que queremos que sea el próximo gobierno, cuál es la propuesta que plantean las fuerzas políticas para instaurar una gobernanza que dignifique y restituya el rol del ciudadano, en el cual seamos no solo votantes, sino actores principales que construyan políticas públicas centradas en la ciudadanía.

Los bolivianos debemos decidir y definirnos por un buen gobierno que sea abierto y transparente, que ponga mayor variedad de opciones sobre la mesa y brinde más claridad sobre limitaciones y oportunidades. La participación ciudadana aumenta la sensación de bienestar de los bolivianos, sabiendo que pueden influir en las decisiones que se toman sobre sus propios destinos y nunca más aceptar un “yo no sabía” como respuesta.

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