Opinión

Se precisa más esfuerzo para apagar las llamas

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20 de agosto de 2019, 4:00 AM
20 de agosto de 2019, 4:00 AM

Santa Cruz es zona de desastre. Así lo declaró la Gobernación el último fin de semana, después de la muerte de miles de animales y de la pérdida definitiva de una gran variedad de especies de flora en el departamento, además del daño a la salud de poblaciones completas en la Chiquitania y en la zona este.

La arcaica práctica de chaqueos para habilitar las tierras para el cultivo –realizada por pequeños, medianos y grandes productores es el origen de este mal que se repite año tras año, que se descontrola la mayor parte del tiempo y que ocasiona la pérdida definitiva de bosques, que son los pulmones del país y del mundo.

Si bien ese método es empleado todo el año, las quemas comenzaron a subir en cantidad a mediados de julio, cuando ya bordeaban las 3.000. En agosto superaron las 7.000 y la situación se convirtió en un problema sin solución, pues el fuego avanza y devora todo a su paso, amenazando el ecosistema de manera irreversible.

Durante más de un mes ha sido un puñado de bomberos voluntarios y conscriptos de la región quienes han trabajado a puro pulmón, dejando la vida en el esfuerzo de apagar las llamas, que se convertían en brasas y que se recuperaban por la fuerza de los vientos. Los gritos desesperados de ayuda no fueron escuchados en las alturas de la sede de Gobierno ni de la Casa Grande del Pueblo.

Tuvieron que pasar más de 45 días para que el ministro de Defensa se entere de la magnitud del desastre y se anime a viajar a este departamento para sobrevolarlo y ver los daños.

Fue recién cuando la emergencia llegó a los medios de comunicación y a las redes sociales cuando políticos y autoridades nacionales se dieron por enteradas y reaccionaron con alarma por lo que estaba pasando. Hace unos 10 días, como gran aporte, fueron enviados, primero un helicóptero y después otro a los que les ponen bolsas de agua que en un caso carga 2.500 litros y en el otro, 800 litros; es decir, nada para apagar las llamas. Tampoco pudieron colmar la capacidad del depósito porque hay sequía.

La ABT se destacó por su ineficiencia en esta situación. Durante una conferencia de prensa, sus personeros ni siquiera pudieron precisar cuántos permisos de quema fueron entregados; tampoco tenían idea de la cantidad de chaqueos ilegales que se estaban produciendo y menos habían logrado –hasta ayer- identificar a los responsables del desastre. En cambio, todos aparecen para la foto, para mostrarse muy preocupados por los sucesos.

Demagogia pura. Lo cierto es que el fuego sigue avanzando.

Está amenazando áreas protegidas que los cruceños cuidamos porque sabemos que son la fuente de lluvias y de agua para la región, porque sabemos que tienen especies de flora y de fauna que pueden estar en peligro de extinción y, finalmente, porque la relación con la naturaleza forma parte de la impronta ancestral de los habitantes de esta zona.

Lo menos que se espera del Gobierno nacional es que active los mecanismos que sean necesarios para pedir ayuda internacional; que al oriente lleguen aviones con capacidad de almacenar más de 40.000 litros para apagar incendios de gran magnitud, como los que utilizó Chile hace algunos meses.

Santa Cruz no se resigna a perderlo todo y merece que todos los niveles del Estado hagan su máximo esfuerzo para apagar las llamas. Más vale tarde que nunca. Se trata de dejar la autosuficiencia y las pugnas políticas para hacer que la reacción –aunque tardía- valga la pena y pueda dejar verdaderos resultados

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