Opinión

Sacrificios humanos

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29 de noviembre de 2018, 4:00 AM
29 de noviembre de 2018, 4:00 AM

En los pueblos andinos, como en la mayoría de las culturas antiguas, se practicó la costumbre de ofrecer sacrificios humanos a sus deidades. Pero no es un fenómeno exclusivo de América, o de África, sino que puede presentarse en cualquier parte del mundo.

Al ser el don más preciado, la vida era el mayor y más valioso sacrificio. Por ejemplo, en el libro del Génesis, cuando se cuenta cómo Dios le pidió a Abraham que le ofreciera en sacrificio a Isaac, su único hijo. Es una muestra de lo común que fue, en el pasado, ese tipo de ofrendas. En América, quienes reportaron los sacrificios fueron los españoles y, claro, para los historiadores del pasado, los invasores tenían poca credibilidad porque lo que hacían era justificar su latrocinio. Quizá por eso, los reportes fueron minimizados y solo en los últimos años se admitió la existencia de sacrificios y de antropofagia, en casos menos generalizados.

En abril de este año se reportó el hallazgo de una tumba colectiva de hasta 140 niños de entre cinco a 14 años que, según la investigación financiada por National Geographic, habrían sido sacrificados en las proximidades de Huanchaco, Perú, durante la dominación Chimú.

Pero los incas tampoco superaron esas prácticas. Los múltiples reportes de sacrificios humanos dan cuenta de que esos rituales se extendieron hasta la llegada de los españoles. Con una naturalidad pasmosa, el jesuita Pablo Joseph de Arriaga habla de ellos en su “Extirpación de la idolatría del Perú” cuando dice: “En este mismo pueblo de Tauca adoraban a los duendes que ellos llaman Huaraclla, en unos alisos que estaban junto al pueblo, a donde se aparecían, y oían sus voces y a estos también dedicaban doncellas para ofrecer sacrificios”.

Ahí tenemos, entonces, una de las muchas explicaciones a la violencia que se reporta en algunas poblaciones rurales de Bolivia. Últimamente tuvimos desde linchamientos -en los que la criminalidad sacó partido- hasta la desaparición de un niño que se cree habría sido sacrificado a las deidades de los minerales. Y es que la Historia, y ahora la Historiografía, son ciencias muy útiles porque ayudan a encontrar respuestas a fenómenos, hechos o circunstancias que no tienen explicación de otra forma.

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