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21 de junio de 2019, 4:00 AM
21 de junio de 2019, 4:00 AM

Sobrador como siempre, y confiando en sus recursos dialécticos, el ‘vice’ Álvaro García Linera, ha dicho que está en condiciones de debatir con todos los presidenciales de la oposición, “con los seis juntos si quieren… para no aburrirme”, les dijo. No es la primera vez que lanza un desafío semejante ni tampoco la primera que los convocados a debatir se rehúsan y guardan un silencio sepulcral como si le tuvieran miedo al monstruo.

Mientras que el ‘vice’ está apurado a debatir con todos, el ‘presi’, no quiere hacerlo con nadie por temor a que le hagan pisar el palito los ‘todólogos’ de la oposición, como Mesa y Ortiz que son los candidatos con más opciones presidenciales y los más interesados en restarle votos al oficialismo, que marcha a paso de vencedores. Pero el presidente Morales no nació ayer, y como sabe que debatir no es su fuerte, los emplaza a concentrar la mayor cantidad de militantes en cualquier otro espacio abierto, que eso sí es su fuerte, y es lo que le ha hecho ganar casi todas las elecciones, excepto la del 21-F, que se adjudica la oposición. Aunque los resultados están en veremos, dejados sin efecto, por el Tribunal Constitucional que le dijo sí al presidente Morales porque presuponen que la votación fue inducida por las ‘fake news’ y no consciente como debió ser, y porque es ‘su derecho humano’ ser reelecto indefinidamente.

Contra la Sentencia Constitucional Nº. 0084/2017 no cabe recurso jerárquico, no obstante, la élite pensante de la oposición insiste en la inhabilitación del binomio Evo-Álvaro porque con ellos fuera de competencia, ganar las elecciones, mejor dicho, negociar sus resultados entre pares o entre compadres, no tendría tantos bemoles. Y aunque la maniobra pudiera parecer antidemocrática, solo le estarían pagando al oficialismo con la misma moneda trucha, que es el nulo valor que supuestamente tendría el fallo constitucional habilitante.

Excepto el ‘vice’, los demás oficialistas, no están interesados en debatir porque la Agenda 2025 es por demás conocida, y no tiene sentido redundar sobre la misma en cada ronda de los debates a realizarse con los ocho candidatos. Para el oficialismo la Agenda 2025 cierra con la industrialización del país, fase cúlmine del ‘proceso de cambio’ y justifica su paso por el Gobierno.

Al pueblo-sobre todo a los indecisos que son muchos y pueden definir la elección-, les interesaría presenciar un debate entre opositores para ver cuál de ellos posee un programa de Gobierno, que no sea ciencia ficción y que no se sustente en la privatización de nuestras empresas publicas rentables, es decir, que no explique sino que demuestre, que en todo el interregno masista, fueron capaces de sacudirse del estigma del pasado neoliberal con el que se los identifica. Que exhiban un programa de Gobierno que confirme la vigencia de la alianza estratégica del Estado con los privados, porque el Estado, parafraseando a Juan Domingo Perón, no es malo, pero si se lo vigila es mejor y bien de cerca, agregamos nosotros.

En todo caso, la cuestión de fondo es saber qué candidato se atreve a ponerle el cascabel al gato, para que los pobres ratones –que somos todos nosotros los votantes, figuradamente hablando-, podamos libremente correr tras nuestro queso.

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