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26 de abril de 2019, 4:00 AM
26 de abril de 2019, 4:00 AM

Nota roja. Aplazado. El Gobierno del Movimiento Al Socialismo, presidido por el dirigente cocalero Evo Morales Ayma, recibió la peor nota de los 37 años de democracia en Bolivia. Reporteros Sin Frontera, la ONG que defendió a los periodistas en todo el mundo, amenazados por diferentes tipos de dictaduras, bajó de regular a malo el estado de la libertad de expresión en Bolivia. “Autoritarismo, desinformación, hostilidad contra los periodistas”.

¿Cómo se llegó a ese quiebre tan fatal para el estado de derecho que tanto dolor, lágrimas y sacrificios supuso para el pueblo boliviano, sobre todo para los más pobres, los obreros, los campesinos, los indígenas?

Casi al mismo tiempo de la impresión del informe de RSF, en Bolivia los militares anunciaron una cadena radial apoyando al Gobierno. Recordemos una vez más que la base de Radio Batallón Colorados fue la ocupación militar de la radio de los constructores en el golpe de 1964; nunca la devolvieron.

Una noticia que, en otro momento, sería alentadora, también se convierte en otro dato negativo. La Central Obrera Boliviana, cooptada por vehículos y dádivas del MAS, anunció que contará próximamente con una radio, un periódico y un canal. ¿Será independiente? O escucharemos más voces en el éter apoyando la candidatura ilegal de Morales y Álvaro García Linera.

En el Estado Plurinacional no se aprobaron leyes de censura a la prensa. Es más, la Constitución Política aprobada en 2009 recogió lo grandes asuntos de la agenda de las organizaciones de prensa avanzando más allá de pasados avances, como el Derecho a la Información, el reconocimiento a la Ley de Imprenta, la autorregulación. El cerco se lo hace envuelto en celofán en diferentes normas, como la Ley contra el Racismo.

Los golpes a la libertad de expresión en Bolivia son de baja intensidad y por ello por varios años apenas llamaban la atención de entidades vigilantes de las libertades de consciencia, de expresión, de prensa. Frente a otras naciones latinoamericanas o lo que sucede en países árabes y en varias dictaduras africanas, Bolivia no chorrea sangre. Las muertes de periodistas en estos 13 años tuvieron causas aisladas.

El método empleado fue sutil y eficaz: palo y zanahoria. Zancadillas pequeñas, casi imperceptibles en el primer mandato: agresiones de grupos de choque, llamadas telefónicas, amenazas anónimas. Más tarde llegaron los insultos, las humillaciones a los reporteros, los chantajes para provocar renuncias o despidos, desempleo o autocensura.

La asfixia publicitaria fue y es vergonzosa y algún día los sucesivos responsables del área de comunicación entre 2006 y 2019 tendrán que rendir cuentas de sus muchos gastos y de sus muchos engaños.

El lado más eficiente fue la zanahoria. Mientras muchos periodistas que apoyaban durante años las denuncias de Evo y de los cocaleros no lo defienden ahora, aparecieron otros convertidos en empresarios, en sus adláteres, llenos de spots estatales. Voceros conducen programas televisivos sin ser comunicadores, sin conocer herramientas básicas del buen periodismo.

Sobran los dedos de una mano para nombrar algún programa con voz propia. ¿Cuántas emisoras podrán resistir un año más si no se unen a los coros de las amandas y las giselas? Cada día, los periódicos que fueron orgullo nacional por su trayectoria y su rol en defensa de la democracia son víctimas de un nuevo cerco económico.

Sin prensa libre, en Bolivia ya no hay democracia. La nota roja es un reflejo.

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