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3 de febrero de 2018, 4:00 AM
3 de febrero de 2018, 4:00 AM

El espacio dedicado a la política exterior en el discurso sobre el Estado de la Unión de Donald Trump no fue muy extenso, a excepción de la atención dirigida a las difíciles relaciones con Corea del Norte. Además, con alguna que otra salvedad, las ideas expuestas sobre la materia tampoco fueron muy precisas. Mucho más concretas fueron aquellas referidas a temas de migración.

Dos rasgos caracterizan lo expuesto por el presidente: la importancia otorgada al de-nominado ‘poder duro’ como instrumento privilegiado de la política exterior del Gobierno republicano y la singularización de los desafíos que enfrenta esta política mediante la referencia a determinados países y organizaciones. “En todo el mundo -subrayó Trump- enfrentamos regímenes deshonestos, grupos terroristas y rivales”. Como rivales se destacan China y Rusia. Todos ellos, dijo, “desafían” los “intereses”, la “economía” y los “valores” de EEUU. Para hacer frente a esta situación, el camino no es la “debilidad” pues conduce al “conflicto”. Por el contrario, el “medio más seguro” para la defensa del país es el “poder incomparable”, que exige fortalecer las Fuerzas Armadas y, sobre todo, “modernizar y reconstruir” el arsenal nuclear. Este, según Trump, tiene que ser “tan fuerte y poderoso” como para disuadir cualquier posible agresión. Un mensaje implícito es que EEUU no dudará en valerse de su poder militar, así no sea efectivamente empleado, para persuadir a varios de sus interlocutores externos sobre cuáles son los intereses del país. En todo caso, el discurso no destaca la cooperación como principal medio de acción externa, a excepción del combate al terrorismo, a propósito del cual se menciona, por única vez, a los “aliados”. Esto no significa que no se realicen esfuerzos para fortalecer “las amistades en todo el mundo”. Sin embargo, los mismos estarán acompañados de una acción para restaurar “la claridad sobre los adversarios”.

Un buen ejemplo de esto último se encuentra en el anuncio del presidente de que pedirá al Congreso la aprobación de leyes para garantizar que la ayuda externa estadounidense sirva siempre a los intereses del país y solo vaya a los ‘amigos’. Una respuesta a la actitud de aquellos países que en la Asamblea General de las NNUU votaron “contra el derecho soberano de EEUU” de reconocer a Jerusalén como capital del estado de Israel.

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