Opinión

¿Por qué es ilegítimo el Gobierno de Nicolás Maduro?

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19 de enero de 2019, 4:00 AM
19 de enero de 2019, 4:00 AM

Evo Morales insiste en la legitimidad del presidente Nicolás Maduro y condena a todos los que califican como ilegítimo al nuevo Gobierno venezolano. El caso coloca la noción de ‘democracia’ y de legitimidad en el centro de la controversia. Es verdad, resulta poco honorable asumirse no demócrata. Sin embargo, para Giovanni Sartori la democracia puede significar muchas cosas pero no puede ser “cualquier cosa”.

Sobran argumentos que pulverizan el discurso que proclama la esencia democrática del modelo impuesto por el socialismo del siglo XXI.

Modelo que más tiene de capitalismo de Estado de camarilla cívico-militar enquistando en el poder a una oligarquía ahora envilecida. Curiosamente, las elecciones presidenciales erigieron al Gobierno de Maduro sobre los vicios y no las virtudes de la democracia representativa que el chavismo cuestionó con estridencia.

Los hechos y las cifras son elocuentes. En un país en el que la participación electoral promedio superaba el 75%, además del fraude, los comicios presidenciales –arbitrariamente anticipados– registraron el 68% de ausentismo de votantes inscritos en el padrón electoral; según el oficialismo, la cifra orilló el 55%.

No hay victoria electoral que presumir. Por otra parte, según encuestas y el Latinobarómetro 2018, entre el 70 y 80% de la población clama por un cambio a la par que se resiste a una intervención extranjera. Esas elecciones fueron el corolario de una seguidilla de eventos que cruzaron la línea roja, erosionando la convivencia e institucionalidad democrática. Tras el triunfo electoral opositor en las elecciones legislativas, el régimen sometió al Poder Judicial y a la instancia electoral para quitarle todo poder a la Asamblea Nacional. Obstaculizó la realización de un referendo revocatorio de mandato. Se sabía derrotado. Forzó la conformación de una Asamblea Nacional Constituyente con un sistema electoral diseñado a su medida. Niega la crisis humanitaria y el éxodo dramático de tres millones de venezolanos. La retórica ‘antiimperio’ en defensa de la autodeterminación de los pueblos se desvanece.

El régimen se rinde a las condiciones que imponen países y gobiernos autócratas que lo apoyan y cuya lógica imperial no es menos capitalista, pero sí más salvaje y depredadora. Pese a todo, y al desgaste, se salió con la suya, nada parece detenerlo. No se prevé luz al final del túnel. El túnel convertido en pozo es cada vez más profundo. ¿Será la implosión el pronóstico inevitable? Chávez embarcó a Venezuela en un experimento cruel, con resultados políticos y económicos catastróficos. Hoy su gente está exhausta mientras la Asamblea opositora intenta salir de terapia intensiva. ¿Hasta cuándo?

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