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25 de agosto de 2019, 13:00 PM
25 de agosto de 2019, 13:00 PM

Uno de los ejes centrales del debate electoral actual es el tema de modelo económico. El gobierno nacional sostiene que no hay nada después del modelo del proceso de cambio. Hemos alcanzado el zenit del pensamiento y la práctica económica. Todo lo que puede venir a futuro, no es otra cosa que la vuelta al nefasto pasado neoliberal. El debate ideológico es dicotómico: patria populista o jinetes apocalípticos del mercado.

 

En este contexto, se ha decretado la muerte de: los sueños, las aspiraciones de la gente, los nuevos objetivos del desarrollo. El futuro está secuestrado por la propaganda y las consignas. Además, los fines del desarrollo (mejor justicia, libertad, equidad, sostenibilidad ambiental, aumento de la productividad, felicidad) han sido substituídos por los medios, por los instrumentos a saber: subir o bajar impuestos, devaluar o no la moneda, privatizar o no las empresas públicas.

 

Reducir la discusión económica al tema del modelo y/o los instrumentos desvía el desafío de superar el patrón de desarrollo primario exportador, basado en el extractivismo o en su versión política: el populismo teocrático. Veamos algunas definiciones.

 

Patrón de desarrollo es el algoritmo estructural y de largo plazo de un país. De manera sencilla, patrón de desarrollo, es la base de sustento, aunque no la única, de una economía. En el caso de Bolivia, recursos naturales, por ejemplo. Existen otros patrones basados en la industrial, la tecnología o el capital humano, como en Japón.

 

Así mismo, un patrón de desarrollo refleja diversas maneras del uso de la energía y tiene diversos impactos ambientales. Nuestro patrón primario exportador es depredador de la naturaleza. Los graves incendios de la Chiquitania son apenas unos de los ejemplos de la colonización política y la agricultura expansiva de baja productividad. La rapiña minera y la explotación sin control de los hidrocarburos son las otras caras del extractivismo depredador.

 

Ahora bien, modelo económico es la forma de gestión (estatal, privada o mixta) de un padrón de desarrollo. Bolivia hace casi 200 años vive de los recursos naturales. El patrón de desarrollo ya fue administrada por modelos económicos que dieron mayor énfasis al estatismo y por otros donde predominó el mercado. En ambos casos, con resultados económicos y sociales mediocres.

 

El conservadurismo extractivista defiende el patrón desarrollo actual a través del miedo. Agita bandera política y electoral la pérdida de las rentas provenientes de los recursos naturales. No habrán regalías, bajarán los impuestos, se perderán trabajos, desaparecerán los bonos. No se podrán atender a los grupos corporativos, transfiriendoles recursos, desde el Estado para comprar lealtades políticas. En suma, el populismo perderá su base material. ¿Y ahora de que vamos a vivir?, reclaman.

 

Entre tanto, el gran desafío actual es, primero, salir de la trampa ideológica bipolar del modelo económico, del viejo clivaje estatismo/neoliberalismo para ir más allá del chantaje político y, segundo, discutir los diversos instrumentos de políticas públicas como parte de ecosistemas de acción e instituciones heterogéneas, cuyo diseño debe ser pensando en red y no de manera aislada.

 

En el primer caso, la experiencia internacional muestra que para que mercado o Estado funcionen, depende de reglas de juego formales (legislación) e informales (usos y costumbres), de arreglos institucionales. Para un mejor funcionamiento del mercado se requiere garantizar derechos de propiedad públicos, privados, colectivos y hacer cumplir los contratos; es decir, instituciones creadoras de mercados. Estado y mercados son instituciones complementarias y perfectibles.

 

En Bolivia, el Estado creó un capitalismo de camarilla depredador y muchas veces corrupto que favoreció a empresas, sindicatos y movimientos sociales.

 

El reto es crear un Estado innovador que trabaje con el sector privado, siendo socio en emprendimientos de innovación que tecnología, y con la sociedad civil para promover innovación social. Un Estado emprendedor promueve la generación de riqueza y bienestar a través del uso de las ideas, el patrimonio, la cultura, la arquitectura, la naturaleza, la gastronomía, la historia, la tecnología, entre otros.

 

En lo que se refiere a los instrumentos como parte de ecosistemas de políticas públicas. Pongamos el ejemplo del tipo de cambio en la actualidad boliviana. En la aproximación que confunde medios con fines del desarrollo, la pregunta equivocada es, devaluar o no, la moneda.

 

Entretanto, si pensamos de manera integral, el tema es el aumento de la productividad y competitividad de las empresas nacionales. Este objetivo depende de una política industrial multidimensional.

 

Tiene que ver con innovación tecnológica, sistemas de financiamiento, mejoras de capital humano, cooperación empresarial en red, disponibilidad de servicios y energía, y del tipo de cambio. En nuestro caso, cuando no se hizo nada para impulsar el ecosistema del desarrollo industrial, devaluar la moneda es una pésima e inútil idea.

 

Entendida la diferencia entre modelo y patrón, el desafío estructural que se tiene es la superación del patrón de desarrollo primario exportador. Es decir, iniciar la transición del extractivismo teocrático, basado en una economía que se organiza en torno a la explotación a una recursos naturales, a la era de conocimiento, que se sustenta en la economía del capital humano, de las ideas.

De manera más concreta de una economía creativa, circular, colaborativa, tecnológica y verde. La transición puede tomar 20 años o más, pero debe comenzar hoy.

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