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3 de octubre de 2018, 4:00 AM
3 de octubre de 2018, 4:00 AM

¿Qué tal si dejamos de tratarnos [con-tratados] de La Haya? e invertimos tiempo, recursos, en la buena vecindad, la gestión de la multiculturalidad desde la lectura, la literatura, las bibliotecas, la circulación del re-conocimiento de quiénes somos (como pueblo latinoamericano), nuestras raíces y lo que realmente necesitamos los habitantes: mejores sistemas de salud, educación, desarrollo humano, más filosofía, arte, educación. Es clave asumir un cambio de conciencia histórica, dejando de enseñar el rencor, el resentimiento, la victimización, la pérdida, el revanchismo, el afán de ganar/perder, romper con todo ello en los contenidos curriculares de ciencias sociales (historia, geografía) desde la primaria hasta la secundaria (al principio), el diálogo podría entablar por ahí. Eric Hobsbawm tiene un abordaje más amplio, desde la historia universal al respecto.

Podemos abordar el Pazcífico de educación, acercándonos desde las diversas disciplinas como ciudadanos, no seguirle el juego a los gobernantes y sus fines partidarios, electorales, asumir un rol de conciencia histórica por encima de la dicotomía ganar/perder, para fortalecer nuestra fraternidad (hermandad), más allá de la geografía, asumir una geopoesía, para seguir comprendiéndonos y sanándonos, crear mejores caminos de cooperación binacional y regional, para disfrutar de las riquezas de cada lugarcito del planeta, y seguir avanzando en nuestros retos como humanidad, en cuanto a educación, cultura, políticas públicas continentales referentes al desarrollo social.

Los cambios de conciencia histórica se asumen desde la educación, tanto el ministerio de educación boliviana, como chilena, para sanar la memoria que ha sido transferida por siglos, podrían invertir y aunar esfuerzos para construir contenidos y textos de la historia (que son una construcción y deconstrucción), que fortalezcan la identidad latinoamericana, promuevan la convivencia multicultural. La historia de la Guerra del Pacífico se sigue enseñando como la guerra entre dos países y no así desde los factores económicos, intereses de Inglaterra por comprar los recursos naturales de la costa. No significa esto que se tenga que enseñar historia culpando a Inglaterra por esta guerra, sino, dejar de enseñarla desde la lógica dicotómica: de culpables, inocentes, de perdedores y ganadores, de víctimas y verdugos, etc. la historia no es únicamente un conteo de fechas y hechos, es la construcción de la conciencia de los pueblos, para comprender determinados contextos sociales, políticos, económicos, y cómo se tejen desde la literatura, la sociolingüística, la comunicación de estos contextos, es clave un abordaje triangular entre historia-filosofía-literatura de estos contenidos, para expandir la conciencia ciudadana latinoamericana, humana.

El reto para la región es construir esta pedagogía del Pazcífico, y actualizar contenidos educativos en las áreas de ciencias sociales, de modo que las próximas generaciones y nosotros mismos, logremos sanar esa herida que ha sido ahondada con las maníqueas y perversas manipulaciones mediáticas, con fines electorales. Es decisión de cada ciudadano leer y asumir perspectivas multidimensionales, multidisciplinarias, de expansión de conciencia, de seres humanos y países que se cooperan en su desarrollo. El planeta entero (sin naciones, ni geografías, ni límites) se está yendo al tacho, y nos necesita unidos, cada quien con sus recursos, sus fortalezas, sus conocimientos, sus científicos, sus artistas, todos al servicio del planeta, del agua, del aire, los árboles, las especies, empezando por la nuestra, la humana, en peligro de extinción; por sí misma, por comportamientos y conductas que no nos sirven más, que son ajenas a este tiempo.

La anacrónica gestión de los gobiernos, la administración pública centralista asumida con lógicas del siglo XIX, está desgastando las articulaciones, nublando el horizonte. Gracias a la era de la información, los libros, la libertad y la educación, están en nuestras manos, elijamos comunicar el Pazcífico de educación, la geopoesía del Pazcífico, para ello habrá que leer abordajes diferentes. Recordemos que el mapa no es el territorio, el mapa no es el pueblo, ni su conciencia.

Con estas lecturas se puede ejercitar la dinámica de romper el hilo “lamentístico” o “fortachístico” (y esa absurda lógica del fuerte y el débil en pleno siglo XXI), al cual la manipulación mediática partidaria de varios gobernantes ha mareado históricamente a sus pueblos. Podemos empezar leyendo a Hector Nahuélpan Moreno, El sueño de la identidad latinoamericana o la búsqueda de lo ajeno en lo propio y Martin Hopenhayn, El reto de las identidades y la multiculturalidad: Pensar Iberoamérica y así, seguir hilvanando nuestra historia como región, con las herramientas y posibilidades que nos da este siglo, este tiempo histórico, cuya constante es la gestión multicultural, la eliminación de fronteras, empezando por las mentales.

¡Pazcífico de educación para los pueblos, sobre todo eso, para nadar con libertad y en hermandad!

 

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