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Pa’ que lo sepan

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5 de agosto de 2019, 3:00 AM
5 de agosto de 2019, 3:00 AM

Muchas veces se minimiza el valor del hombre de la llanura en la vida política de Bolivia. En realidad, todavía no se conoce a plenitud la crecida ascendencia que desde el Oriente ejercieron intelectuales, políticos, filósofos y personalidades de la región en la historia del país, defendiendo su integración y soberanía. Hoy, me avocaré a solo tres patriotas cruceños.

A partir de la independencia republicana, cronológicamente iniciamos con el general José Miguel de Velasco (1795-1859), quien sería figura clave para dar continuidad al incipiente sistema presidencial boliviano. En el lapso de 20 años, llegó a ser presidente de Bolivia en cuatro oportunidades. Durante su plena actividad golpista contra el presidente José Ballivián –uno de sus principales adversarios políticos–, al verse amenazada la territorialidad del país por los ejércitos peruanos, envió su regimiento de Caballería, integrado por valientes patriotas cambas, comandado por el coronel cruceño Agustín Saavedra Paz. El apoyo de esta tropa hizo posible la victoria de las armas bolivianas contra las huestes del invasor Gamarra en los campos de Ingavi (18 de noviembre de 1841, cerca de Viacha), consolidando definitivamente con esta victoria la independencia y soberanía de Bolivia.

Miguel María de Aguirre (1798-1873) manejó las finanzas bolivianas por más de medio siglo. Fue el primer cruceño que integró el Poder Ejecutivo; lo hizo durante la gestión del Mariscal Sucre. Cinco veces fue ministro de Hacienda. Fijó el presupuesto nacional de ingresos, que sirvió de modelo para los años siguientes. También planteó un proyecto de Autonomía Universitaria. En 1864 ocupó la cartera de Relaciones Exteriores. En el campo diplomático fue el artífice de la firma de varios tratados internacionales. Entre ellos se encuentra el Pacto Fundamental suscrito en Tacna (Perú) en 1831 –que dio efecto al surgimiento de la Confederación Perú-Boliviana–, más otros convenios, todos ellos determinantes para asegurar la integración del país.

Nicolás Suárez (1851-1940) fue un emprendedor de alto vuelo. Desarrolló un emporio durante el auge de la goma. Defensor del territorio nacional, financió la Guerra del Acre. Fueron sus empleados, siringueros e indígenas los que contribuyeron a ganar esta contienda bélica al Brasil. Personalmente comandó la “Columna Porvenir”, rescatando Bahía (11 de octubre, 1902), hoy Cobija, del poder de los brasileros y conservando para Bolivia su soberanía sobre el Alto Acre y toda la cuenca del río Orthon y el Tahuamanu. Posteriormente, la diplomacia boliviana cedería vergonzosamente una superficie de unos 190.000 km² al país vecino, recibiendo a cambio dos millones de libras esterlinas, recursos que no fueron destinados para comunicar el noreste boliviano (Beni y Pando), como lo establecía el Tratado de Petrópolis (17 de noviembre de 1903), sino que sirvieron para embellecer ciudades del occidente y construir el ferrocarril Oruro-Villazón. Además, Nicolás Suárez contribuyó económicamente, con recursos y especies para solventar los gastos en el conflicto del Chaco con Paraguay.

Estos ejemplos pocos conocidos reclaman investigar más nuestro pasado para no continuar leyendo obligatoriamente la “historia oficial”, que casi siempre miró con el rabillo del ojo al Oriente y al Atlántico. La carrera universitaria de Historia en Santa Cruz vendría a llenar un vacío que nos legaron insignes historiadores como René Moreno, los hermanos Vásquez Machicado, Finot y Sanabria, entre otros, muy a pesar de los esfuerzos de meritorios escritores contemporáneos cruceños e instituciones afines, a quienes aplaudimos y debemos apoyar.

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