Opinión

Oportunidades para el Comité pro Santa Cruz

El Deber logo
12 de enero de 2019, 20:59 PM
12 de enero de 2019, 20:59 PM

Parecía que agonizaba ante el arrollador poderío gubernamental. Teníamos incluso la sensación de una triste capitulación de la cabeza de la llamada institucionalidad. Sin embargo, el despertar ciudadano del año pasado por el 21-F fue contagioso y sacudió las fuerzas dormidas del Comité pro Santa Cruz, que ha recuperado su rol conductor del movimiento cívico nacional en las movilizaciones de defensa de la democracia. Es cierto que las acciones no hicieron retroceder ni un milímetro al Gobierno en su intención de repetir otro mandato de su dupla. No es tan fácil. Sin embargo, han convertido a la organización cívica y, sobre todo, a las plataformas ciudadanas, en los principales factores de contrapeso del poder de un gobierno que padece un progresivo desgaste.

Más allá de la evidente distancia que tomaron los grupos empresariales, el Comité pro Santa Cruz ha mantenido, con algunos altibajos, sus lazos con la clase media cruceña tradicional y con organizaciones provinciales, vecinales y gremiales, que son en este momento su columna vertebral. Menospreciar la capacidad articuladora y movilizadora de la organización cívica es no terminar de entender a una Santa Cruz en transición. Más allá de algunos errores estratégicos en su manejo de tiempos y de planificación, el Comité es todavía la casa que muchos buscan en situaciones in extremis.

Su poder para convocar es nomás interesante. Si no, recordemos la magnitud de los tres últimos paros. No hay otra institución en el departamento con su capacidad para ejecutar una medida de tan alto costo y sacrificio, sin que la mayoría de la población proteste y, al contrario, más bien la respalde. De todos modos, su indiscutible vigencia es insuficiente para el tamaño de los desafíos que se vienen. El principal, impedir cualquier intento de interrupción de la democracia.

Para fortalecerse, el Comité Cívico debe avanzar más en su apertura y en la integración de los colectivos que construyen la nueva Santa Cruz. Darles la espalda sería un suicidio. La renovación de los liderazgos es otro de sus retos y las elecciones del 2 de febrero abren una gran oportunidad para airear y modernizar la institución.

En ese camino, la semana pasada han proclamado dos candidaturas a la presidencia. La primera buena señal es que podríamos volver a tener elecciones competitivas y no con una sola fórmula. Lo segundo que llama la atención es la juventud y la capacidad profesional de los postulantes, pero también la inédita proclamación de una mujer para el principal cargo directivo. Son indicios relevantes de intentos de renovación, inclusión y apertura que no se deben desperdiciar.

En medio de estas novedades, los cívicos tienen también en los siguientes días el desafío de convencer en una cumbre nacional a los candidatos opositores y a las plataformas ciudadanas de que no queda otra salida que la unidad para defender con mayor efectividad la democracia.

Tags