Opinión

Ocupar la calle

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15 de octubre de 2018, 6:50 AM
15 de octubre de 2018, 6:50 AM

El mejor tributo que se pudo dar a los 36 años de restablecimiento de la democracia en Bolivia fue la ocupación de la calle por ciudadanos intensamente motivados; obviamente, no por las mismas razones. Desde la perspectiva del contexto preelectoral: ¿quién gana, quién pierde en este juego de movimientos entre plataformas ciudadanas opositoras y sectores populares que apoyan a Morales? Antes de plantear un juicio de valor, es pertinente apuntar sobre la disputa discursiva y algunos sucesos relevantes.

En cuanto a la disputa discursiva por la democracia, el clivaje es claro: respeto al voto del 21-F vs. apoyo a la candidatura de Morales en 2019. Para una posición: si gana Evo, se profundizará la dictadura; para la otra, si gana un candidato alterno, como Mesa, implicaría la restauración de la derecha neoliberal vendepatria.

En cuanto a los sucesos relevantes, las movilizaciones de ambos bandos tuvieron la participación de miles de personas, algo difícil cuantificar de manera precisa si se suma a los diversos departamentos; no obstante, hay que considerar que en las movilizaciones organizadas por el partido de gobierno asistieron funcionarios del Estado en horarios de trabajo, ¿por convicción u obligación?

La Paz sirvió para que los actores políticos, como Morales, Mesa y Doria Medina, se den un baño de popularidad en las calles. En Santa Cruz, la movilización a favor del 21-F estuvo dirigida por los propios ciudadanos de las plataformas y entidades cívicas. Para el ministro Romero: “Algunas son una nueva generación de radicales” (El Deber, 11 octubre). Ello puede interpretarse como un despropósito, pese a que no faltó quien desde la testera –muy desubicado- evocara con loas al capitán Bolsonaro (Brasil). Con todo, las movilizaciones del 10 de octubre en Santa Cruz se pueden sintetizar en una escisión muy particular: plaza principal contra Chiriguano.

La ocupación de las calles por los ciudadanos en una fecha icónica para Bolivia -prácticamente divididos en dos bandos- es un indicio de que las elecciones 2019 serán de alta intensidad: la gente manifiesta una fuerte emotividad política. La masa movilizada contra la cuarta postulación de Morales es un capital electoral amorfo (sin consenso ni militancia en un partido); la que lo quiere de candidato, una base militante estructurada. Aquella tiene una demanda abstracta: alternancia; esta, una demanda concreta: continuismo. El final es abierto.

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