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No hay uno, ¡hay miles!

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7 de julio de 2019, 3:00 AM
7 de julio de 2019, 3:00 AM

Felices los que tenemos ropa para abrigarnos y un techo que nos cobije. Felices también, y más aun, los que además de ropa y techo gozamos del calor de un abrazo, de la mirada que protege y de una o más voces de amor eterno. Estamos a salvo de las olas de frío que suelen llegar con tanto furor como la vista en estos días. A salvo de las torrenciales lluvias que inundan todo, menos la isla amorosa de la que gozamos. Muchas veces, sin darnos cuenta del privilegio que tenemos. Una isla que no pocas veces nos aísla y nos impide ver otras realidades diametralmente opuestas a la nuestra. Como la de los niños en la calle.

O tal vez los vemos tanto y cada vez en más esquinas o canales, que ya no reparamos en ellos. Se han vuelto apenas un grafiti contestatario estampado en las murallas de la gran ciudad, un elemento más del paisaje que nos rodea o de la grotesca caricatura en la que estamos convirtiendo esta urbe. Cada vez más niños en las calles. Aquí y en el resto del país. En el país y en el resto del mundo. No uno, como canta Mercedes Sosa, sino cientos, miles, millones de niños en la calle. En este preciso momento, mientras hojeamos nuestro diario de domingo bajo el amparo familiar, hay miles de niños en la calle. Cada vez más.

¿Cuántos, exactamente? Nadie lo sabe. Las cifras son tan variables como el clima en Santa Cruz. En 2013, un diputado oficialista dijo que eran 10.000 los niños que vivían en las calles de las diferentes ciudades del país. Casi 60 por ciento de ellos, en el eje central: La Paz, Cochabamba y Santa Cruz. En 2008, Unicef dio una cifra menor, ocho mil, pero con la salvedad de que se basó en un estado de situación publicado en 2014, no actualizado. En 2012 hubo otro estudio que hablaba de 2,8 millones de niños bolivianos que vivían en situación de riesgo, aunque sin especificar cuántos sobrevivían en la calle.

Podemos seguir enumerando cifras, pero no nos llevará a nada. No hay estudios confiables y de alcance nacional que permitan conocer la realidad, sin maquillaje, de los niños que están en las calles. Vamos picoteando cifras que solo sirven para remendar las viejas y desfasadas estadísticas, o para confundirnos más, como lo ha hecho un reciente estudio interinstitucional que dio el número de 1.043 personas viviendo en las calles de la capital cruceña; de esas, solo 72 serían niños. Un contraste radical con las cifras de dos quinquenios estudiados por SEPA y por Sedepos. El primero, de 1996 a 2010, que marcó un aumento de 117 a 437 niños en situación de calle en la ciudad (370 por ciento más); y el segundo, de 2011 a 2015, que elevó a 837 esa cifra (658 por ciento más).

Al final, el problema de fondo no está en los dígitos que arrojen esos levantamientos de datos. El gran problema es que haya un niño en la calle. Con uno solo debería bastar para alarmarse. Lamentablemente, no ha sido así. No nos hemos alarmado lo suficiente y en el momento preciso, y ahora creemos que el problema es que en esta ola de frío polar que afecta a la región, no haya albergues para cobijar a los niños que están, literalmente, en la calle. No, no se trata de albergues. Se trata de algo más profundo, pero no imposible de encarar, como es la urgencia de una verdadera política pública que contemple todos los aspectos que hacen a una infancia sana y feliz, y que se resumen en el ejercicio pleno de los derechos de los que son merecedores todos los niños.

Bastaría una selección de estudios de casos para detectar sin equívocos las raíces de esta gran injusticia. Tal vez la historia de la joven de 23 años, madre de siete niños de entre 10 años y tres meses, pueda ayudarnos a acercarnos a la realidad de tantos otros que están en la calle. Prostituida por su propia realidad (¿cuántos años tenía cuando desembarazó la primera vez?, ¿13?), con el alcohol como compañía y el abandono de sus parejas como maligno inventario, fue detenida hace poco por la Policía y procesada por la Fiscalía por violencia familiar y abandono de menores. Dos de sus siete hijos son parte de las cifras chutas sobre menores en situación de calle. Y los padres, bien gracias.

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