El Deber logo
22 de agosto de 2019, 4:00 AM
22 de agosto de 2019, 4:00 AM

Iron Man es un superheroe ficticio de Marvel Comics (la trama gira en torno a Tony Stark, un empresario e ingeniero, que construye un exoesqueleto motorizado y se convierte en Iron Man, un superhéroe tecnológicamente avanzado, quien con un gran apego a las cosas materiales y con un evidente narcisismo, llega a endiosarse y autoidentificarse con su obra, llegando a afirmar: “yo soy el hombre de hierro”).

Esta historieta hizo su primera aparición en Tales of Suspense #39 (marzo de 1963), y recibió su propio título en Iron Man #1 (mayo de 1968). En 1960 aparece en la televisión. En el cine, en los últimos tiempos, es interpretado por Robert John Downey Jr. Las películas son geniales. Estupendas.

La conducta de este personaje ficticio se sustenta en el utilitarismo extremo y se refleja en hechos de la vida real.

En esta vida evitemos sobredimensionar la conducta ‘Iron Man’ en cuanto al utilitarismo excesivo (tratemos de evitar caer en los extremos de la vanidad, la arrogancia, la egolatría y la vanagloria).

Jeremy Bentham, filósofo inglés del siglo XVIII, definió el utilitarismo como aquello donde “todo acto humano, norma o institución, deben ser juzgados según la utilidad que tienen; esto es, según el placer o el sufrimiento que producen en las personas” en términos éticos, la utilidad suprema es la felicidad del mayor número de personas; los actos, normas o instituciones más beneficiosos son aquellos que potencian la felicidad y minimizan el dolor.

A simple vista, esto parece algo encomiable. Sin embargo, bajo esa óptica hedonista que asimila la felicidad como vivir para disfrutar de manera ególatra de los placeres, intentando evitar el dolor y la responsabilidad, gozando de las emociones placenteras sin racionalizarlas, conlleva la noción de que todo lo que el ser humano hace es un medio para conseguir un fin a cualquier precio.

Entonces, aquel que tenga el poder, hará todo lo necesario para ejercerlo y conservarlo, no importa si para eso se miente o manipula a los demás; mientras estos sirvan, sean útiles a su objetivo (perdurar en el poder, afianzar a sus colaboradores, disfrutar de las emociones placenteras, lograr impunidad e imponer su modelo), todo está bien. En otras palabras, el fin justificará los medios. Ese es el gran riesgo. Debemos evitar la instauración de líderes mesiánicos que de forma exagerada hacen culto de la conducta ‘Iron Man’, convirtiendo eso en un propósito de vida.

Si lo vemos bajo esa perspectiva, este héroe hace todo lo posible por alcanzar su meta, pero en ese sendero del utilitarismo excesivo se dan situaciones en las que hace de todo, incluyendo: pisotear, despreciar a las personas y obviar la libertad inherente a cada una de ellas. Debido a dicha actitud también provoca mayores problemas. Es importante medir las consecuencias de las acciones en pos de esa utilidad superior sin salirse del marco de la libertad, que a su vez, implica responsabilidad. Se debe evitar caer en el libertinaje del utilitarismo maquiavélico (ese utilitarismo como fin, capaz de justificar cualquier medio sin asumir responsabilidades).

Tags