El periodista y 'telenovelero' Rildo Barba, opina sobre la nueva apuesta de Unitel, la novela Despéiname la vida.

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22 de julio de 2018, 9:30 AM
22 de julio de 2018, 9:30 AM

Para qué negar que los primeros cinco capítulos del melodrama nacional me entretuvieron, pero no me dejaron con ganas de saber qué más pasará, creo que hasta intuyo el resto. Siento que si hubiese dejado de ver una noche la novela, no me perdía de nada. 

Despéiname la vida adolece de lo que muchos hemos criticado en los culebrones mexicanos y, antes (cuando no estaban los chavistas), en los venezolanos: no tiene un buen guion o, dicho de otra forma, es repetitivo. Vemos una historia del montón: la pobrecita que se enamora del rico, sufre, que una malvada mujer se interpone y le hace la vida imposible; una suegra metiche, una niña que no quiere a la novia de su papá y viceversa, un hermano maleante… Es un poquito la mezcla de Papá corazón (1973), Victoria (1987), La pícara soñadora (1991), María la del barrio (1995), Rosalinda (1999), Carita de ángel (2000)… y un larguísimo etcétera. Sabemos que desde hace tiempo Televisa y Telemundo están con refritos, algunos mejor logrados, pero lamentablemente eso no enriquece este menospreciado género.

¿Y las actuaciones? ¡Qué puedo decir! El personaje de Grisel Quiroga me lo creo, me convence, igual que el de la abuela interpretado por Jessica Ortiz, el de la mamá de la villana (no sé quién es la actriz, pero es muy buena), el de Lorena Suggier (tía Estela) y el de la villana con Susi Diab (me sorprendió, no sabía que actuaba y no lo hace mal). ¿Ronico Cuéllar? Mmmmm… No convence, y no porque sea malo actuando, sino porque lo he visto montón de veces como comediante (es genial), no serio, sufrido y preocupado, no me entra en la cabeza. Es como ver a Eugenio Derbez queriendo ser diferente a Ludovico Peluche. 

Unitel se ha mandado una gran producción en escenarios, gente detrás de cámara, producción de vestuario, logística y, obvio, inversión económica… Pero debió invertir más en un buen guion, una historia nueva o un refrito bien hecho; copiar no es malo, superando el original.  

Si aún están grabando capítulos, hay que mejorar iluminación, sonido, musicalización, maquillaje (Ronico grita que está maquillado), el manejo de cámaras y la edición de imágenes (sin sentido el primer plano del cigarro). Por último, que se decidan los actores cruceños: o tutean o vosean, pero que no mezclen (lo tendría que ver el director). En una escena la paceña Susi Diab, que sale de camba, se corrige a sí misma: dice “poquito” y al instante enfatiza “poquingo”. En ella es comprensible y se le perdona todo por ser bella.