Opinión

Navidad, fiesta, regalos...

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20 de diciembre de 2017, 4:00 AM
20 de diciembre de 2017, 4:00 AM

La Navidad evoca la venida del hijo de Dios a la tierra, pero para muchos se reduce a un mero festejo e intercambio de regalos, ignorando que ese niño -nacido hace 2017 años- fue destinado desde antes de la fundación del mundo a morir crucificado a sus 33 años para reconciliar con Dios a todo quien lo confiese como su Salvador, y lo acepte como su Señor.

De la dolorosa “pasión de Cristo” se sabe mucho, pero ¿cuánto conoce usted de la aterradora “pasión del Padre”? Le invito a recibir, en amor, esta revelación que recibí del Señor…

¿Qué haría si le dijeran que para salvar a un ser querido -su pareja, sus hijos, sus padres- tuviera usted que donar su corazón? Probablemente diría que lo haría con gusto, aunque por ello tuviera que morir. Y si le dijeran que precisan su corazón para salvar a alguien que aprecia menos
¿lo daría? Si el amor de Dios está en usted puede que diga que sí, pero ¿y si fuera para salvar a ese vecino con quien no se lleva bien? ¿Qué, si el necesitado fuera alguien a quien detesta? ¿Y si quien necesita su corazón le hizo daño a usted o a los suyos? ¿Lo daría? Confiéselo, está pensando: “No, no lo haría”.

Compliquemos un poco más la situación: ¿qué pasaría si no fuera usted, sino su hijo quien tuviera que donar su corazón para salvar a ese ser que quiere mucho, o al que aprecia menos, o a su insufrible vecino? ¿Dejaría que su hijo diera su vida por ellos? ¿Dejaría que su hijo muriera por salvar a quien usted detesta o a quien le hizo daño? ¿Verdad que sufriría, incluso si su hijo decidiera sacrificarse por usted o por los seres que ama?

Si hasta aquí está impactado, abra su corazón ahora y reciba esto del Señor: ¿Qué haría si fuera usted quien deba decidir que su hijo entregue su vida para salvarlo usted, a quienes ama o a gente que le hizo daño? ¿No desgarraría acaso esto su alma? 

¡Esto precisamente fue lo que Dios hizo por nosotros: sacrificar a su único hijo en la cruz, por todos los pecadores!
Jesús sufrió lo indecible, el padre también. ¡Cuán grande sufrimiento, que no pudo soportar ver a su Hijo colgado desnudo en la cruz y volcó de él la cara para no mirarlo! “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”, clamó Jesús, en un estertor de muerte.

El día que se entienda esto no importará tanto el “nacimiento” de Jesús, como el propósito de su muerte y resurrección: entonces la Navidad no será ya más un pretexto para andar en festejos u ocuparse de regalos, sino para amar y perdonar al prójimo, y ayudar al necesitado…

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