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16 de diciembre de 2018, 4:00 AM
16 de diciembre de 2018, 4:00 AM

¡Nuevamente! Diremos con los ojos humedecidos, después de haber dejado atrás ¡muchas cosas! Sentimientos encontrados, desilusión, tristeza, alegría a medias; en fin, un reflexionar y luego aceptar que el año que se va nos trajo de todo.

La vida se reconoce en una suerte de pérdidas, desencuentros y, también, sueños casi realizados, porque cuando se sueña no alcanza el tiempo; alargar los sueños solamente nos define dentro de una burbuja de ilusiones y contradicciones. Hay que soñar, pero saber hasta cuándo podremos soportar la espera, ¿hasta la próxima Navidad? No nos quedemos atrapados en los sueños, mucho menos en las pesadillas. Navidad nos da la oportunidad de desandar el camino, desenredar las tristezas y convertirlas en alegrías, porque hemos aprendido, hemos crecido, es hora de seguir sin mezquinar ni un segundo. Todo es cíclico, va y vuelve, y la esfera que dirige nuestro rumbo se agranda en estos días. Es increíble, probablemente regresarán los que siempre acuden a nuestro llamado. El silbato del amor no podrá detenerlos. Serán ellos, otra vez, los que atraviesen el dintel de la puerta o quién sabe, las ventanas serán las que reciban a los seres que vuelven todos los años. El secreto: el árbol de los besos, del amor y de los regalos imaginarios.

En estas fechas nos habremos fortalecido, tal vez hayamos ganado sabiduría y paciencia, renacerán las esperanzas, la memoria traerá los recuerdos con los padres, los abuelos, la infancia, la adolescencia, los primeros amores, los amores frustrados, la vida siempre regresando y quedándose. Terminamos este año con la duda y la incertidumbre, nos cobijamos bajo la sombra de un gigante árbol. La familia. Navidad es la fiesta de la familia, el reencuentro y el amor en toda su magnitud. Empezando por el amor a nosotros mismos. La solidaridad y el perdón.

Seamos capaces de vestirnos con rostros de paz, seamos capaces de convocar al desarme, seamos capaces de inventar un banquete para cada ser de buena voluntad, apacigüemos el odio y abracemos el futuro inmediato, sin preguntar, confiemos en que todo va a salir bien.

Navidad no es recibir regalos ostentosos, llenar el estómago con manjares y gastar hasta lo que no se tiene. Mucho menos alcoholizarse hasta caer rendidos y olvidar el propósito de nuestra existencia. En el mundo cristiano Navidad significa el nacimiento de Jesús, la venida del hombre que ofrendaría su vida para salvarnos del pecado.

Navidad es renacer, agradecer la vida y lo que significa entender el amor, con letras mayúsculas. No importa los que no creen, igual una luz les iluminará por un tiempo. Encendamos cada suspiro nuestro, con la magia de los niños, y la compasión por los que sufren, en una fogata que se prolongue todo el año 2019.

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