El Deber logo
18 de febrero de 2018, 4:00 AM
18 de febrero de 2018, 4:00 AM

Primera moraleja: la excepción confirma la regla. Y el Cnl. Alfonso Siles, actual comandante departamental de la Policía, demostrando hidalguía, ha dado una señal positiva al pedir perdón por el brutal operativo del 13 de julio que dejó un saldo negativo de cinco víctimas fatales y ocho lesionados –uno de ellos, Erich Peña, que sobrevivió heroicamente a los balazos arteros disparados contra su humanidad por un agente policial. Fue la antítesis de los otros jefes de la verde y olivo, que pletóricos de soberbia e insolencia, se dedicaron a despotricar, amenazando, escarneciendo a la defensa y obstaculizando el proceso penal que lleva adelante la Fiscalía corporativa por el caso Eurochronos.

Con todas las evidencias en su contra, como los dos dictámenes irrebatibles emitidos por el Instituto de Investigaciones Forenses y Laboratorio de Criminalística (IDIF), el ratificado e inamovible director de la Fuerza Especial de Lucha contra el crimen (Felcc), Cnl. Gonzalo Medina, continúa ocultando la verdad histórica de los hechos, lavándose las manos como Poncio Pilatos y buscando argumentos bizantinos que no van a cambiar la conclusión principal de que ”sobre la base de los estudios de imagenología, protocolo de autopsia y balística reconstructiva en la escena del hecho, se establece que el disparo de arma de fuego que impacta sobre la víctima Ana Lorena Tórrez Torrico, provino del edificio en construcción contiguo a Eurochronos en el piso dos, tal como se muestra a lo largo del estudio científico”.

Segunda moraleja: la institución policial ha puesto en vilo a una sociedad que se siente temerosa y desvalida, por la violación sistemática de los protocolos de seguridad, especialmente el de acción rápida, de negociación y pacificación.

A tiempo de ponderar las manifestaciones multitudinarias de solidaridad, hay que enfatizar que la seguridad ciudadana es el conjunto de medidas profilácticas, de control y de represión contra el delito. Ella  debe ser garantizada con ahínco y determinación, unida a la defensa sin concesiones de los derechos humanos. Las innumerables fallas demostraron que la Policía no estaba preparada para afrontar estas contingencias. Porque un buen policía no podía ingresar a la joyería vestido de Rambo, disparando sus armas de fuego sin ton ni son. Un buen policía no es un sicario o justiciero con carta blanca para ejecutar despiadadamente a sujetos ya rendidos y exánimes. Un buen policía no es el que se cuelga de la solapa política para trepar a funciones de alta responsabilidad en desmedro de sus camaradas. Un buen policía es un profesional idóneo investido de valor, moral y alta sensibilidad, dispuesto a dar la cara y afrontar las mayores vicisitudes. Por tener un fuerte contenido social, debe predominar la sensación de confianza, entendiéndosela como ausencia de riesgos y daños a la integridad física y sicológica, donde el Estado debe garantizar la vida, la libertad y el patrimonio. En tal dirección, el Sistema Nacional de Seguridad, regida por la ley 264 Para una vida segura y su reglamento, no han tenido un resultado positivo.   

El fracaso total de este operativo se debió a una errática conducción de quienes permitieron una masacre que se pudo evitar y cuyo resultado trágico nos espantó a todos y enlutó a muchas familias, abriendo profundas  heridas difíciles de cicatrizar.

Tercera moraleja: las pérdidas más dolorosas de este holocausto fueron la de Ana Lorena Tórrez Torrico, gerenta administrativa de Eurochronos y la del capitán Carlos Gutiérrez, que han conmovido el alma del tejido social. La Policía requiere de una catarsis urgente, que implica una cirugía mayor para depurar de sus filas a los sátrapas y corruptos. Porque una Policía corrupta es el signo inefable de que la criminalidad, como la gangrena, pudre toda la sociedad. 

Cuarta moraleja: nuestra amada Ana Lorena nos enseñó a caminar sin  vacilaciones y a pensar de frente. Dejó escrito en su diario pensamientos sublimes que la identifican como una humanista ejemplar: “Soy una niña que se impresiona ante un cuento de hadas”.  “Vivo de la mano de Dios, con la dulce compañía de mi madre y mi hermano”. “Nuestro viaje en este mundo es efímero, por ello debemos dedicarnos a aliviar el dolor ajeno”.

Quinta moraleja: hasta aquí, la sociedad ya ha dictaminado su inapelable veredicto moral de culpabilidad contra un operativo ominoso. Confiamos en el Ministerio Público para que, con la abundante prueba cursante en el cuadernillo de investigación, en el marco del derecho y la justicia, impute a sus autores por los delitos de homicidio culposo, incumplimiento de deberes, lesiones gravísimas, omisión de socorro y encubrimiento. Exigimos toda la verdad de un caso que no puede quedar en la impunidad.

Tags