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21 de marzo de 2019, 4:00 AM
21 de marzo de 2019, 4:00 AM

Este artículo viene con motivo del 140 aniversario del nacimiento de quien descifraría los misterios del átomo e intentaría toda su vida abrir el cerrojo del universo, integrando la mecánica de los cuerpos celestes y el movimiento de las partículas más pequeñas.

Desde manuscritos que contienen embrollados pensamientos y ecuaciones complicadas, hasta cartas que destilan la pasión más ardiente de un hombre enamorado. Son escritos inéditos y valiosos que se hallaron bajo llave desde hace más de 70 años, y que ahora han visto la luz para la investigación de los biógrafos y la curiosidad de los fans de este científico. Y entre ese montón de papeles del puño y letra del Nobel de física que es como un tesoro documental, un archivo interesantísimo y que se creía perdido: el apéndice de un estudio presentado ante la Academia Prusiana de Ciencia en 1930 sobre la teoría del campo unificado, con la que el científico pretendía explicar todas las fuerzas de la naturaleza en una sola ecuación o probar que la gravedad y el electromagnetismo son manifestaciones de un mismo campo de fuerza. Tres cartas de 1916 revelan sus investigaciones sobre la absorción y emisión de luz de los átomos, lo cual daría más adelante origen a la tecnología del láser. La Universidad Hebrea de Jerusalén es la institución que los está exhibiendo.

Un hombre como Einstein, además de tener una mente prodigiosa que le permitiese vislumbrar la cuarta dimensión y la relatividad, tenía que tener también percepciones y visiones muy peculiares -y en muchos casos insólitas- de la vida. Estas percepciones y visiones están en gran medida plasmadas en las cartas que escribió a mandatarios, activistas, escritores y hasta a sus mismos hijos y mujeres. Son revelaciones de una mente y un corazón muy particulares desde muchos puntos de vista.

En una de las cartas, como un signo del desencanto y el testimonio de una existencia extraordinaria, la confesión de un alma que dedicó su vida a lo que hasta ahora sigue siendo para los físicos un quebradero de cabeza: “Más de 50 años de indagaciones no me han servido para acercarme a las incógnitas que rodean a las partículas de la luz”. O esta otra, que es más bien un comentario intuitivo que le hace a su hijo Hans Albert sobre la política mundial de ese momento: “Leo con un punto de preocupación sobre el auge de movimientos en Suiza auspiciados por los bandidos (nazis) alemanes. Pero creo que incluso en Alemania las cosas están esperando a cambiar lentamente. Esperemos que no se produzca otra guerra en Europa”.

Einstein fue un genio, sin duda alguna, pero un genio muy humano, al igual que Leonardo da Vinci. Su naturaleza no venía de las divinidades sino que estaba muy ligada a la de un hombre muy normal, con miedos y debilidades. A pesar de haber abierto el cerrojo más complicado del entendimiento del universo, murió insatisfecho por no poder reconciliar sus teorías de la gravedad con las de los revolucionarios físicos cuánticos. Pero su gloria la vivimos todos los días, en todo el mundo.

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