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12 de noviembre de 2017, 4:00 AM
12 de noviembre de 2017, 4:00 AM

Después de haber insistido mucho tiempo en la repostulación, el Movimiento Al Socialismo (MAS) desató la campaña de la reelección indefinida o la presidencia vitalicia. En sus recientes concentraciones, la repiten en tono de consigna impuesta: ¡Evo por siempre! 
En Potosí, el presidente del MAS, con una indisimulable delectación, descubrió de sorpresa la presidencia vitalicia en la carta fundamental de 1826. ¿Acaso no lo sabía cualquier estudiante de primaria o de los primeros años de secundaria? ¿Afán de convertirse, junto a Simón Bolívar, en otro presidente vitalicio? ¿Susurro de algún asesor diligente? 

 Conviene recordar que la primera y la segunda gestiones del MAS fueron legales, según el artículo 168 de la Constitución Política del Estado vigente. El contenido de dicho artículo fue pactado por el MAS y la oposición parlamentaria ante testigos internacionales de la OEA, Naciones Unidas y varios países. Los voceros oficiales fueron el actual ministro de Gobierno, Carlos Romero, y el exministro de Trabajo Félix Rojas.
 La tercera gestión del MAS fue de yapa y con trampas. El Tribunal Constitucional Plurinacional, contra la Disposición Transitoria primera, II, de la Constitución Política del Estado, dijo que los mandatos anteriores no se contaban por el inicio del Estado Plurinacional. Por tanto, la cuarta gestión estaría fuera de lugar.

Mientras tanto, los voceros del Gobierno lanzan argucias poco imaginativas. Repiten que solo plantean la repostulación de Evo Morales y no la elección ni reelección indefinida. ¡Ni ellos lo creen! Dicen dejar en manos del pueblo la definición de si Evo Morales puede o no ser presidente. El viceministro Félix Cárdenas, en un gigantesco desatino,  dijo: “No permitir la repostulación es racismo”. 

Otra argucia difundida por los medios oficialistas es la siguiente: “Como no hay candidato al frente, entonces Evo debe seguir”. Hugo Moldiz repite que “un presidente que hace obras debe quedarse”. Incluso añadió que “el país necesita que Evo Morales continúe en el cargo”. Se olvidó completamente de la reciente encuesta de Ipsos en la que siete de cada diez bolivianos y nueve de diez ciudades del país rechazan la repostulación del presidente Evo Morales. ¡Pueblo, pueblo, cuántos crímenes se cometen en tu nombre!, mas han puesto el tema sobre la mesa. Es cada vez más fino el velo de la realidad y la ficción. 

Esta locura reeleccionista llegó a su clímax cuando el vicepresidente dijo: “Es segura la repostulación del hermano Evo y prepárense para la campaña electoral”. Insolencia y afrenta al pueblo boliviano, burla y desconocimiento del voto popular del referéndum constitucional de 2009 y del 21-F, la Constitución Política del Estado y la Ley Electoral. 

Por cierto, el MAS necesita desatar una activa campaña electoral para disimular la masiva corrupción y múltiples problemas internos, las pugnas de poder que, a dentelladas, desangra la frágil unidad partidaria.

Esa misma desesperación obliga a movilizaciones que intentan imponer la repostulación indefinida. ¿Podrá la voluntad de un partido, el MAS, estar por encima de la voluntad del pueblo boliviano? ¿Podrá la ambición de una persona valer más que los derechos de millones de bolivianos?

“Evo por siempre” es despotismo y autoritarismo. La Convención Americana de Derechos Humanos no apaña despotismos ni autoritarismos. Los defensores de la democracia boliviana, poco a poco, generan un consenso nacional: luchar por el voto nulo para recuperar las libertades democráticas y reformar las reglas de juego (voto rural sobrevalorado, reforma de las circunscripciones, padrón electoral, revisar las listas de los tribunales departamentales electorales y la parcialización del Tribunal Supremo Electoral) para eventos electorales imparciales. 

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