Opinión

Los bloqueos y el futuro incierto

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23 de junio de 2018, 4:00 AM
23 de junio de 2018, 4:00 AM

Bolivia está sentenciada a estancarse o hasta a derrumbarse si la ley de los bloqueadores sigue mandando y si todos los días del año se arman parapetos en las calles, carreteras y caminos del país. No es posible que todo reclamo, por absurdo que sea, termine con la decisión de unos cuantos dirigentes, con mentalidad totalmente cavernaria que, para presionar al Gobierno, gobernaciones o municipios, no tengan ocurrencia mejor que bloquear y con eso paralizar las actividades de todos los ciudadanos. Los escombros que se ven en las carreteras son el espejo premonitorio de lo que será Bolivia en los próximos años de seguir así: escombros.


La epidemia que sembró el MAS hace ya dos décadas se ha extendido de manera muy peligrosa, incontrolable, al extremo que los bloqueadores de ayer están terminando por ser los bloqueados de hoy. Pero la peste es tan brutal, causa tanto daño, que ha contagiado a toda la nación y ahora somos –como lo dijo Arguedas hace más de un siglo– un pueblo realmente enfermo. Y no son solamente los andinos los que padecen la peste, sino también la gente de la llanura, que, sin antídotos, hemos caído contagiados de la maldita plaga. 
Como en las antiguas pestes de la Edad Media, no queda otra solución que poner en cuarentena a los enfermos, es decir, a los bloqueadores. Y la cuarentena significa encierro. Si no se toman medidas de encerrar a quienes contagian y de mutilar los miembros putrefactos, se multiplicarán, más todavía, las trincheras en las vías urbanas y rurales. Obstruir el libre tránsito, que es violatorio de la Constitución, no se lo debe tolerar más porque no habrá administración democrática que pueda salvarse de su estrangulamiento.


Estos últimos días hemos estado con la ciudad de Santa Cruz cercada por los bloqueos, con las cuantiosas pérdidas consiguientes. Algunos municipios que responden al MAS exigen vorazmente a la Gobernación el pago de las regalías por concepto del IDH. Esto se convierte en un círculo vicioso porque esos municipios masistas, que cobran a ultranza, saben que quien no da paso al pacto fiscal es el Gobierno, y que mientras el poder central no desembolse lo que debe a los departamentos, estos no tendrán recursos para nada.


Comerciantes, gremialistas, universitarios, trabajadores de la salud y ahora del transporte, todos tienen algo que pedir. Nunca, quienes arman zafarrancho, son capaces de arreglar una acera ni de techar una gotera de una escuela. Todo lo merecen a costa del Estado. El MAS, con los bloqueos de los cocaleros, llevó a S.E. a la Presidencia. Pero aquí ya no se trata de que tengan más razón los masistas o los ‘derechistas’ para hacer bloqueos; se trata de que nadie en Bolivia tiene derecho a someter al pueblo a la dictadura del inmovilismo, del cerco. No habrá gobierno que pueda soportar a sujetos atrincherados en los caminos, como unos bandoleros, desde el primer día. Así jamás se podrá gobernar y las pérdidas de los productores será algo de nunca acabar.

Ya está de buen tamaño el cuento del ‘diálogo’. Esos diálogos en las carreteras que no sirven para nada, o esas exigencias de dialogar con S.E. o con el ministro tal o con el gobernador cual, no son aceptables en un país medianamente civilizado. Solo la barbarie permite esa conducta cerril. Así que hay que cambiar la mentalidad del cerco y el parapeto y a los que lo promuevan procesarlos y encerrarlos. Este Gobierno no lo hará; el próximo tiene que estar preparado para enfrentar bloqueos desde el primer día de gestión. 

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