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19 de enero de 2018, 4:00 AM
19 de enero de 2018, 4:00 AM

La efervescencia política observada en las calles durante estos días parece anunciar un año 2018 cargado de conflictos políticos. El nuevo Código Penal y el descabellado fallo del Tribunal Constitucional marcarán la agenda de lo que se viene. El Gobierno, por su parte, intentará por todos los medios aplacar las protestas. Mientras tanto, la actividad económica sigue en descenso y las únicas explicaciones que se obtiene del ministerio del ramo es que ninguno de los indicadores muestra números que merezcan encender la campanada de alarma. ¿Pero es esto tan así? Veamos.

Nos dicen que las Reservas Internacionales Netas (RIN) siguen altas, que equivalen a aproximadamente el 30% del Producto Interno Bruto (PIB) y que se encuentran por encima del mínimo recomendable. Lo cual es cierto. Lo que no nos cuentan es que estas han ido disminuyendo de forma acelerada y que en apenas tres años se han reducido al 70% de lo que fueron. A este paso (y a pesar del maquillaje contable) las RIN podrían estar en niveles preocupantes en poco tiempo. En este sentido, hizo bien el Gobierno (muy a su pesar) en liberar las exportaciones de azúcar y otros productos, ya que esto traería divisas al país que amortiguarían la caída de las RIN. 

El déficit fiscal que vivimos desde 2014 es justificado por el aumento en la inversión pública. Lo que no nos cuentan es en cuál de los proyectos se ha logrado tener una tasa de retorno que justifique este egreso. ¿Será acaso en Papelbol, en el ingenio de Buenaventura o en la planta de urea? Si la lógica de este Gobierno es invertir por invertir, entonces que no nos sorprenda por qué el gasto público va aumentando mientras que la economía se va desacelerando. Cabe la pregunta: ¿a quién benefician estas grandes inversiones?

Finalmente, la deuda externa. En los últimos cinco años ha aumentado en casi el 60%. Desde el Gobierno argumentan que el nivel de deuda es manejable ya que se sitúa cerca del 25% del PIB, muy por debajo de lo que se consideraría como insostenible. Lo que no nos cuentan es que durante el mayor auge que hemos vivido por el aumento de los precios de las materias primas, la deuda externa se duplicó, pasando de 2.000 millones de dólares a 5.500 millones (periodo 2007-2013).

Hay otros indicadores que podríamos ver, pero por falta de espacio nos detenemos aquí. Sería bueno que desde el Gobierno dejen de ver los datos como simples fotografías y vean más bien su evolución. Mientras tanto, las explicaciones del Gobierno deben tomarse con ciertas reservas e indagar precisamente en lo que no nos cuentan.  

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