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8 de febrero de 2018, 4:00 AM
8 de febrero de 2018, 4:00 AM

Los acontecimientos que se vienen suscitando a raíz de las políticas municipales de ordenamiento de los mercados tradicionales cruceños y el traslado de los comerciantes asentados en los espacios públicos, han puesto en evidencia en los grupos que deberían sentirse más favorecidos, el apego a la sentencia del viejo refrán: “Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Esta visión es defendida por los gremialistas establecidos en lugares inapropiados para ejercer el comercio, tanto por la ilegalidad de sus asentamientos como por las condiciones de infraestructura precaria e insegura y resulta carente de toda lógica porque responde a una visión muy estrecha sobre las posibilidades que genera “lo bueno por conocer” para comerciantes, para ciudadanos y para la ciudad. 


Y es que un espacio comercial da como resultado la revitalización del área donde se inserta, con el alza de la plusvalía del sitio y su área de influencia y con el  potencial desarrollo que trae aparejado, hecho que se va evidenciando en el tiempo. Con este criterio el Gobierno Municipal propicia la consolidación de la red de infraestructuras y equipamientos para el abastecimiento de la población en sus diferentes niveles de complejidad, desconcentrándolos para que estén al alcance de todos y distribuidos en el radio urbano. Es lo que proponía ya hace muchos años el Plan de Ordenamiento Territorial (PLOT), que sigue vigente y que plantea la planificación y organización de las nuevas centralidades en los diferentes distritos de la ciudad. Así lo ha venido  haciendo con la red de escuelas municipales, con los parques urbanos y otros equipamientos e infraestructuras que se van consolidando y que están cambiando la fisonomía de los barrios y el modo de habitar la ciudad por parte de los vecinos. 


Ya era tiempo de que las acciones lleguen a uno de los sectores más conflictivos de la ciudad, los centros de abastecimiento, que ahora son la antítesis de lo que deberían ofrecer a la población: seguridad, eficiencia, buen servicio, higiene, salubridad y orden.


Un gran sabio decía que el ser humano tiene la inveterada costumbre de crearse problemas, la raíz de esta costumbre está profundamente asentada en el subconsciente del ser humano: la tendencia a permanecer sin cambios, a mantener el statu quo, a estancarse en la zona de confort, aunque muchas veces esa zona de confort sea todo menos lo que pregona. 


Si al miedo ancestral al cambio le agregamos la parcialización de acciones tendientes a favorecernos en lo personal sin tomar en cuenta al otro, el exigir derechos sin asumir responsabilidades, el optar por la violencia cuando los argumentos no son convincentes, estamos hablando de formas primitivas de convivencia, limitantes, retrógradas y siempre dañinas para el colectivo social. Y lo peor es que estamos tan acostumbrados a ese modo de convivir, que no visualizamos otras posibilidades más adecuadas y evolucionadas. Aceptamos ‘lo malo conocido’ por ignorancia, por pereza social, por  sostener una posición egoísta que defiende  únicamente el usufructo personal, por evitar las crisis que indudablemente demandan esfuerzos y adaptación.


Pero la evolución de una sociedad necesariamente tiene que atravesar por estos procesos de crisis que son a la vez de oportunidad. Estamos ante la posibilidad de  iniciar una nueva forma de habitar la ciudad en relación a nuestros mercados y la actividad comercial y de servicios que allí se desarrolla. Estamos ante un reto que debiera involucrarnos a todos para que se haga efectivo, porque los beneficios innegablemente los disfrutaremos todos los habitantes de Santa Cruz. Seamos gestores, defensores y formadores de esta nueva consciencia ciudadana. Rompamos mitos ancestrales; que esta vez gane lo bueno por conocer.

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