Opinión

Límites de la historia

El Deber logo
24 de febrero de 2018, 21:23 PM
24 de febrero de 2018, 21:23 PM

Durante los últimos 10 años, el Gobierno boliviano se dedicó a elaborar su versión de la historia y del papel que Evo Morales debía jugar en ella. Entendiendo muy bien el papel del relato, construyeron un discurso en el que el MAS inauguraba un periodo sin comparación. Ellos estaban aquí para hacer borrón y cuenta nueva a la Bolivia que todos conocían, para crear un país donde antes no hubo nada. En este afán, Evo no solo es el gran mesías, sino que todo lo que Bolivia y los bolivianos habían logrado como país, quedaba invalidado. Ningún avance histórico particular, ningún hito, o elemento unificador fue tomado en cuenta. Ellos estaban reconstruyendo el pasado, presente y futuro.

Por eso aferrarse a los principios republicanos no servía. Por eso la necesidad de crear un nuevo modelo de Estado, hecho a la medida de las referencias y pulsaciones de la izquierda latinoamericana, decepcionantemente afiliada a corrientes autoritarias y poco democráticas. Porque para garantizar longevidad, no se pueden utilizar reglas aplicables a todos, en especial a ellos mismos. Había que doblar lo que sea necesario para poderse perpetuar. Por eso el corto circuito con la presente coyuntura, una en la cual la Constitución, el referéndum y el sentido común establecen que ni Morales ni García Linera pueden repostularse. 

En este proceso del relato, tanto voceros del Gobierno como el mismo presidente se creyeron su propio cuento. Su afán de desentenderse del derecho, de las reglas democráticas y de aferrarse a su desprestigiado líder (porque no tienen a nadie más), los pone en evidencia. A una gran proporción de los adultos en Bolivia se nos educó respecto a la inestable historia política del país, y la necesidad, en democracia, de limitar los mandatos presidenciales a solo un gobierno. Todos entendíamos que, como país, teníamos una historia política cargada de caudillos autoritarios. Reconocíamos nuestro balance histórico y nuestro aporte al presente. 

La esperanza en medio del oscurantismo al que nos han sometido con su cuento, es que los bolivianos tenemos memoria y sabemos que ya no pueden alargar el relato. Ni el crecimiento económico ni la estabilidad sirven para justificar sus intenciones, puesto que están jugando con cimientos profundos de nuestro contrato social entre Estado y ciudadanía. El mismo va mucho más allá de cualquier apego con el gobierno de turno. El relato, finalmente, está llegando a su fin. 

Tags