El Deber logo
13 de mayo de 2018, 4:00 AM
13 de mayo de 2018, 4:00 AM

La libertad de cátedra es una característica formidable que se imparte en la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, y que permite la libre transmisión del pensamiento humanístico, científico y técnico y, de esa forma, crear conciencia crítica-reflexiva con alto contenido académico de las personas que se forman como profesionales en nuestra máxima alma máter.  

Esta libertad de cátedra hace que los universitarios no se formen como autómatas dogmáticos de ideologías únicas, mesiánicas, insulsas y fracasadas. Porque todo cambia en el devenir histórico de las sociedades y aparecen nuevas alternativas que es necesario conocer y adaptarse para solucionar nuevos problemas que surgen en la sociedad. 

¿Por qué razón la formación académica actual debe estar basada en la realidad nacional e internacional? Porque debemos tener un sentido de pertenencia al Estado que nos vio nacer, a nuestros usos, costumbres e idiosincrasia. 

Pero también, tenemos que aprender y conocer las nuevas realidades de la educación en este mundo globalizado para no quedar rezagados en el tiempo, repitiendo modelos bonapartistas obsoletos, que en vez de generar progreso son un vaivén para el retroceso de los pueblos. Sin embargo, es necesario aclarar que esta libertad de cátedra es frente a los Estados y los grupos sectarios de personas que toman el poder y tratan de imponer su ´”única verdad” que puede ser equivocada, porque “la verdad de hoy, es la falsedad del mañana”. 

Cómo decía el filósofo griego Eráclito de Éfeso, el gran precursor de la dialéctica, que todo cambia, todo está en completo movimiento y nada permanece estático, como la vida misma que lleva la sombra de la muerte. Por ello, es imprescindible el debate y confrontación de ideas, de forma razonada y justa para extractar lo más conveniente para beneficio colectivo. 

Cada docente trata de acomodar su discurso a lo que él considera correcto para persuadir a los estudiantes y que estos comulguen con sus ideas, pero no puede esgrimir posiciones cerradas. El catedrático debe ser responsable, organizado en la cátedra, puntual y actualizado con los nuevos cambios sociales, económicos y científicos que suceden a escala mundial. Los docentes deben ser exigentes y enseñarles a los estudiantes que también deben respetar a sus profesores y a todas las personas, y guardar la compostura necesaria en el aula de clases. 

En nuestra universidad pública formamos capital humano calificado y competente, que es lo que la sociedad necesita con base sólida en la educación plurilingüe, intracultural e intercultural y de respeto a la atalaya de los derechos humanos. 

La formación de nuestros estudiantes universitarios está cimentada para lograr el desarrollo pleno de la personalidad, el respeto a nuestras leyes, al Estado social de derecho plurinacional y comunitario, al pluralismo político y jurídico. 

Así también, el respeto pleno a los derechos y garantías constitucionales y de los principios democráticos que son pilares centrales para la convivencia social. Cada docente tiene su propia formación ideológica y religiosa, sin embargo, en la transmisión del conocimiento académico, debe ser lo más neutral posible para no crear propaganda o adoctrinamiento ideológico dogmático, menos dirigir ataques punzantes al prójimo y transformar su clase en un motín político ideológico creando enemigos fantasmas y odio entre las personas. 

El docente debe ser abierto al análisis de toda corriente de ideas y respetar la inclinación de los universitarios a un sistema político-económico que él no comulgue. Debe procurar que los universitarios logren un conocimiento amplio, actualizado y discernido para beneficio personal y colectivo. Esa es la grandeza de un profesor universitario.

Tags